Desde que Pablo Iglesias llegó a la política allá por finales del año 2013, se ha pasado todo su tiempo tratando de engañar al personal con lo que realmente piensa, es decir, todo lo que está en su hemeroteca (cuantiosa) anterior.
Ahí, en los vídeos cochambrosos de Youtube y de sus programas en medios pequeños de Vallecas es donde se vio siempre realmente lo que el después fundador podemita pensaba de todo. Pero en realidad, en los primeros meses de su llegada a la política no dejó pasar esa idea de control de los medios y la llegó a repetir incluso en televisión, en Cuatro, en el programa de su amigo Cintora.
Y en estos días en los que Iglesias trata de lanzar su furia censura contra Periodista Digital, es cuando más nos acordamos desde aquí de lo que realmente piensa el Vicepresidente del Gobierno de los medios de comunicación privados. ¿Se acuerdan?
La mejor definición del periodismo se la leí a Luca Casarini: el periodismo es un arma que sirve para disparar, punto, ya está. Al periodismo se le puede rodear de todas las flores y honores que queramos: una profesión honrosa, clave para que exista la democracia… Los medios son una garantía de la pluralidad y libertad de expresión… pero los medios son armas.
A mí me gustaría que un medio de izquierdas ganara las elecciones y me nombrara director de una televisión pública.
Tomando como referencia lo que han hecho en Ecuador, Argentina y Venezuela si la información es un derecho, en la medida en que un derecho se convierte en susceptible de mercantilización y de ser una propiedad privada, se convierte en un privilegio.
Lo que ataca a la libertad de expresión es que la mayoría de los medios de comunicación sean privados. Incluso, que existan medios de comunicación privados ataca a la libertad de expresión. Hay que decirlo abiertamente.
Lo que hay que decir abiertamente, como hacemos desde Periodista Digital, es que Pablo Iglesias es un censor de tomo y lomo al que le encantaría, por sus propias palabras del pasado, que no existieran medios de comunicación privados y que él pudiera manejar los públicos. Esa es la auténtica democracia que él ansía, muy parecida a la de Venezuela que tanto veneró.
