"La cuestión repulsiva es que haya usado la muerte del terrorista como una forma de 'captatio benevolentiae'"

Espada cree que el pésame de Sánchez es una impostura: «Él desprecia a las víctimas y a los asesinos»

"El suicidio de Igor González le importa a Sánchez incluso un poco menos que los supuestos de Inés Arrimadas"

No se traga las condolencias de Pedro Sánchez porque conoce de sobra al presidente del Gobierno.

Arcadi Espada analiza este 10 de septiembre de 2020 el momento en el que el jefe del Ejecutivo, desde la tribuna del Senado, muestra su pésame por el suicidio del terrorista Igor González Sola.

Para el columnista de El Mundo la cuestión está clara, que Sánchez ha vertido esas palabras porque simplemente persigue un interés, el de sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado, y para ello le dan igual las formas y los modos con tal de llevarse al redil a Bildu:

El presidente del Gobierno ha dado el pésame a la familia etarra, representada en el senador Elejabarrieta, por el suicidio en la cárcel de Igor González, que cumplía una condena de 20 años de cárcel por terrorista. Al suicida lo conocían los suyos –y la Policía– con el alias El enfermo. Estas fueron las palabras de consuelo que utilizó Sánchez: «Quiero antes que nada decir algo obvio y es lamentar profundamente su muerte. Lo lamento».

Espada reclama la atención de sus lectores y cuenta segundo a segundo el rictus que iba poniendo Sánchez y como sus palabras se contradecían con los gestos:

Hasta el final de lamentar llevaba Sánchez la cabeza baja y la fue levantando hasta que quedó encarada con la del familiar Elejabarrieta. En muerte se paró unos milisegundos y remató. Es un difícil asunto moral dar el pésame a la familia de un terrorista, cuando no se es de la familia. Es tan difícil como decir: «Me alegro profundamente de la muerte». Y después de los milisegundos: «Me alegro». Estas cosas son, sí, muy difíciles: piénsese en la hipótesis de Iglesias hijo dando el pésame a la familia del llamado Billy el Niño: «Lo lamento profundamente». Y los milis. En circunstancias de ajenidad moral y ante el hecho por antonomasia, las personas corrientes guardan silencio y vuelven de su corazón a sus asuntos.

Añade Espada que en realidad al político del PSOE le importa más bien poco el suicidio o cualquier tema político de relevancia:

Pero Sánchez no es una persona corriente. He leído un gran número de reacciones indignadas. Partidos políticos, asociaciones de víctimas y particulares globales reprochan al presidente sus palabras. Pero no aciertan con los motivos. Para empezar no se fijan en que Sánchez dice profundamente, que es adverbio vigorosamente incompatible con su corte de cara. Y luego eluden los rasgos de su gestualidad, el impostado ademán de galán de tranvía. Metiéndome donde me llaman, aunque con aprensión cierta, afirmo que el suicidio de Igor González le importa a Sánchez incluso un poco menos que los supuestos de Inés Arrimadas.

Lo repulsivo, recalca el autor, es que haya usado un suicidio para sus fines políticos:

La cuestión repulsiva es que haya usado la muerte del terrorista como una forma de captatio benevolentiae, a fin de que los argumentos políticos de su respuesta pudieran gozar de una consideración suplementaria. Comprendo que este Elejabarrieta estuviera cegado por el dolor, pero debería haberle contestado: «Lamento profundamente que utilice grasa de cadáver para lubricarme».

Y concluye con la nula empatía de Sánchez por prácticamente todo y todos:

Es un singular atraso cognitivo relacionar la palabra de Sánchez con obligación semántica alguna. Sus palabras no van más allá –ni más acá– del ejemplo clásico de la pragmática cuando dice preparados, apunten, fuego. La palabra de Sánchez no quiere decir nada, sino hacerlo todo. ¡Desprecia a las víctimas!, le gritan. Por supuesto. A las víctimas e incluso a los asesinos, si se le ponen por delante.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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