– Bautista, dígale al chófer
que me espere unos momentos.
Tengo que amañarme el moño
para acudir al Congreso-.
– ¿Desea mi ayuda, don Pablo?-;
-no, yo sólo me lo arreglo-.
Estaba aquella mañana
el moño duro y tremendo,
como una bola de tenis
o una pelota de béisbol.
En su interior habitaban
compartiendo apartamento
moscas, mosquitos, arañas
y toda suerte de insectos
amigos de los espacios
con los nutrientes grasientos.
-Bautista, dígale al chófer
que tardaré algo de tiempo
porque mi moño remoño
está demasiado espeso-.
-¿Desea mi ayuda, señor?-;
– no, yo sólo me lo arreglo-.
El moño se resistía
con intrépido denuedo.
Cuando se ataba la goma
la goma, falta de celo,
se desataba y caía
a las baldosas del suelo.
-Bautista, tráigame el Cúter
que con mis manos, no puedo.
y por si el cúter me falla
la “Black and Déker” que tengo
en la esquina de la izquierda
ahí abajo, en el trastero
que me compraron antaño
Errejón o Monedero
el día de mi Onomástica
que comparto con mi Pedro.
–Señor Vicepresidente:
¿Me aceptaría un consejo?-;
– Si el consejo no es fascista
mi buen Bautista, lo acepto.
Quítese toda la ropa.
desnúdese por completo
deje que el pelo del moño
se expanda y descienda, suelto,
sobre su atlética espalda
sin cautelas ni complejos.
Cuando se encuentre en pelotas-
y perdón por el exceso
de confianza en la forma
de expresarme, que lamento-,
introdúzcase en la ducha
abra los grifos sin miedo
y conseguido el buen tono
del chorro, moje el cabello.
Presione bien el envase
del champú, y con los dedos,
después de ubicar el líquido
en la selva de sus pelos
haga espuma con sus manos
y colóquese en el centro
y así, manténgase un rato
bajo el líquido elemento.
Aproveche la ocasión
para enjabonar su cuerpo
que lleva meses sin agua
que lleva meses sediento.
Y al abandonar la ducha
ya limpio y libre el cabello
se hará su moño remoño
fácilmente, en un momento.
Un moño libre de orugas
un moño redondo, higiénico
que al verlo me hará gritar
con entusiasmo cimero:
¡Viva el Vicepresidente!
¡Dandy, pincel, caramelo!
¡Qué limpio va mi señor
a la sesión del Congreso!
-Pero Bautista, es fascista
eso de lavarse el pelo.
-Señor , con sinceridad
y con todo mi respeto
le recuerdo que a Fidel
cada día un peluquero
le lavaba pelo y barba
y le cortaba con celo
los pelos de las orejas
y esos pelillos groseros
que surgen de la nariz
en entrambos agujeros-.
–Bautista, me has convencido.
Me ducharé en un momento.
Díle al chófer que me espere
y que voy a ir al Congreso
a demostrarle a la Olona
o a mis queridos peperos
que con mi moño remoño
más brillante que un lucero
no hay huevos para llevarme
hasta el Tribunal Supremo.
-Y se lavó cuerpo y moño
y aquí termina este cuento.