Vamos a la batalla de Madrid. Sánchez ha lanzado una campaña patética y deleznable para meter miedo a la gente para que no se vacune y por ende para que no vaya a votar. La estrategia de la izquierda es desmovilizar al votante y que Ayuso no gane por paliza. No quieren que haya participación. Tratan de ahuyentar a la gente. Cómo ha dicho Ayuso, «¿Qué puedes esperar de un partido de izquierdas y de ultraizquierda que trasladó el miedo a un hospital como el Zendal?». Pero Ayuso ha dejado una frase: “La izquierda ha perdido el relato de la calle, ellos viven de la colas del hambre, de la dependencia y la subvención”. (Que no quieren limosnas, que quieren trabajar).
A ver si lo entendemos: cuando decimos libertad frente a comunismo hablamos de una sociedad dinámica, eficiente, adulta que se niega a la planificación de una élite, que rechaza una economía con respiración artificial, o con experimentos orwellianos como la semana con 35 horas que defiende el vago de Errejón o el Netflix público de Iglesias. Los que exigimos libertad no creemos en los decretos de la Providencia, no creemos que socialistas camuflados de liberales como Gabilondo que de pronto descubren que no hay que aumentar impuestos. El socialismo no puede volverse liberal sin dejar de ser socialista. El socialismo es una invención de los intelectuales y no olvidemos que estamos ante la manada de la Complutense. Banda a la que pertenecía Errejón hasta que le echaron, no lo olvidemos. Una burocracia del pensamiento que exige sacrificios al pueblo a cambio de privilegios para ellos.
Hoy Guy Sorman recuerda en ABC el caso de Foucault como ejemplo de cómo los intelectuales franceses han disfrutado durante mucho tiempo de privilegios de tipo aristocrático. Desde tiempos de Voltaire, las élites ilustradas han marcado distancia con el populacho, al que le han chupado la sangre como hizo el chavismo. Estos privilegios de la aristocracia del espíritu no consideraba que se le pudiera aplicar las leyes, y cuando le parecía que vulneraban su libertad, pedía que las anularan, como las leyes contra la pedofilia, por ejemplo. El caso paradigmático es el mismo Foucault que pagaba por sexo con menores en Túnez mientras clamaba contra el imperialismo yanqui en la Sorbonna. El paralelismo con el caso de la ex alumna de Monedero que denunció tocamientos y acoso es sorprendente. Tú al 8-M a gritar ‘hombre muerto, abono para mi huerto’ mientras yo me beneficio de mis alumnas.