Es la vieja historia de siempre.
La izquierda se arroga el papel de determinar los límites de la libertad de expresión.
Y si alguien, en la otra orilla ideológica, pretende lanzar sus mensajes sin pasar por el tamiz de los ‘torquemadas’ progresistas, va a tener que soportar un intolerable acoso.
Basta con ver lo que le ha sucedido a la Asociación Católica de Propagandistas, que en marquesinas y en vallas publicitarias de más de 30 ciudades españolas, habían emprendido una campaña en favor de la vida y en contra, obviamente, de los abortos.
Por lo pronto, cuatro consistorios socialistas, Murcia, Granada, Valencia y Gijón, han ordenado que se retire de las calles esa publicidad.
Llama poderosamente la atención como los políticos de izquierdas han salido en tropel a cargar contra esta iniciativa y a pretender amordazar a sus impulsores.
Porque los Gabriel Rufián, Irene Montero, Pablo Echenique, Rita Maestre y un largo etcétera son los mismos que luego aplaudieron con las orejas las manifestaciones a favor de los presos ETA, las letras de Pablo Hásel y Valtonyc ensalzando a terroristas o las ‘performances’ en pelota picada de las Femen en espacios religiosos.
Para ellos solo tienen cabida las causas que se amolden a su ideario.
El líder de ERC se refería a la campaña como algo propio de los años 50:
Rufián @gabrielrufian ve propia de 1950 la campaña que llama a rezar ante clínicas de abortos: «Es una absoluta vergüenza» https://t.co/cmESXY2fAG vía @_infolibre
— Ignacio Regulez (@nacho991960) January 19, 2022
Irene Montero acusaba a esta asociación de fomentar el acoso:
Si robas, aunque reces, estás robando.
Si acosas, aunque reces, estás acosando.Vamos a blindar todos los derechos para todas las mujeres. pic.twitter.com/YOxXoGXZFH
— Irene Montero (@IreneMontero) January 18, 2022
No se puede esconder el acoso a las mujeres detrás de un rezo. Es urgente garantizar los derechos sexuales y reproductivos de todas las mujeres. pic.twitter.com/tjmo024253
— Irene Montero (@IreneMontero) January 21, 2022
En cambio, la propia Montero invertía la carga de la prueba cuando era Hásel el señalado por la Justicia ante sus atrocidades contra, por ejemplo, las víctimas del terrorismo:
?Irene Montero (@IreneMontero), ministra de Igualdad (@IgualdadGob) sobre Hasel: “Lo que se está debatiendo en España es si se tiene que ir a la cárcel por decir cosas horribles”#LaHoraMontero
https://t.co/GesHjMSqQA pic.twitter.com/lfQgKCEwHg— La Hora de La 1 (@LaHoraTVE) March 3, 2021
O tiene gracia que la misma que asaltaba capillas casi como Dios la trajo al mundo, Rita Maestre, se ponga ahora de morros a decir que hay que respetar a las mujeres y que decidan libremente si quieren o no abortar:
Lo que estaría genial es que dejarais de acosar a las mujeres. pic.twitter.com/GCRbZGmHzb
— Rita Maestre ? (@Rita_Maestre) January 19, 2022
SÍ AL ESCRACHE DE POLÍTICOS DEL PP,VOX Y C’S… PERO A IGLESIAS, NI TOSERLE
Y lo que le sucede a esa asociación católica puede trasladarse perfectamente al tema del acoso a los políticos.
En los últimos años era jarabe democrático, en palabras de los podemitas, que se acosara sin freno alguna a Cristina Cifuentes, a Soraya Sáenz de Santamaría, a la fallecida Rita Barberá, a Inés Arrimadas, a Begoña Villacís, a Rocío de Meer, a Mariano Rajoy o a Santiago Abascal.
Igualmente, tampoco hay que olvidar el acoso sufrido en 2010 por Rosa Díez, entonces líder de UPYD, en la Universidad Complutense, en Madrid. Iglesias, Errejón y otros esbirros que luego conformaron Podemos se dedicaron a reventar la conferencia de la política magenta.
En alguna ocasión estas acciones no se limitaron a una cascada de palabras gruesas, sino que acabó derivando en algún que otro puñetazo o pedrada, aunque luego Pablo Echenique dijera que aquello era ketchup.
Sin embargo, cuando los ciudadanos optaron por ir al casoplón de Pablo Iglesias en Galapagar, el cuento cambió. Eso era acoso y una acción antidemocrática.