Feijóo se ha equivocado no yendo este martes a la investidura de Mañueco, donde sí estuvieron Abascal, Ayuso y hasta Rajoy.
Para tratar de justificar su ausencia en Castilla y León, el flamante presidente del Partido Popular se montó una maratoniana jornada de reuniones en Génova, entrevistándose uno tras otro con los comegambas de los sindicatos y los aprovechados líderes de las organizaciones empresariales.
Estoy seguro que con UGT, Comisiones Obreras o la CEOE se podría haber entrevistado Feijóo en cualquier fecha, lo que refuerza la tesis de que no fue a Valladolid, para marcar distancia con VOX, que es a quien Mañueco debe su presidencia.
Da la impresión de que Feijóo asume que gobernar en coalición con VOX, lo obligado a la vista de lo que votaron los castellanoleoneses, fuese un baldón.
Exactamente lo que proclaman Sánchez, Podemos, los proetarras de Bildu, los golpistas catalanes y los tertulianos que rumian en el pesebre gubernamental.
Aceptar los esquemas mentales de la coalición Frankenstein y de los progres de pacotilla, no parece lo más sensato cuando estamos en vísperas de unas autonómicas en Andalucía y tenemos ya en el horizonte elecciones generales.
Hablando de esto último, no sé si han reparado en que Podemos, el partido de los que venían a conquistar el cielo y han terminado chapoteando en chalets con piscina como los de la casta, parece en liquidación.
No estoy hablando solo de encuestas. El propio Sánchez oficializó el pasado lunes en Espejo Público, ante Susanna Griso, que en los próximos comicios hará ticket con la comunista Yolanda Díaz, cuya entrada en el PSOE sólo es cuestión de tiempo.
No me extraña que a Pablo Iglesias se le saltaran las lágrimas en otro día, cuando durante la presentación de su libro en las instalaciones del antiguo Matadero de Madrid, citó uno por uno a los dirigentes de Podemos imputados o condenados por los tribunales de Justicia españoles.
Son una panda de delincuentes con los que no se puede pactar ni para cobrar una herencia.
A ver si los echamos pronto.
