No se lo tomen a broma.
El diccionario de la RAE define al gafe como el que trae mala suerte; la persona cuya sola presencia acarrea desgracias a los demás.
Coincidirán conmigo en que, ante la sucesión de desventuras que nos afligen desde que Pedro Sánchez asaltó La Moncloa, ayudado por los proetarras vascos y los golpistas catalanes, el líder del PSOE es un gafe.
Y peligroso.
Si hacemos un somero repaso de las calamidades que llevamos padecidas durante su mandato, observamos que, junto a alguna global como la pandemia, se han sucedido uno tras otros fenómenos naturales pavorosos: desde Filomena, que provocó una devastadora ola de frío y nieve como no se tenía memoria, hasta los voraces incendios que ahora calcinan España.
Metan en medio la erupción del volcán de Cumbre Vieja en la isla de La Palma, la descomunal subida del precio de la luz, la Guerra en Ucrania, el corte del gas ruso, la pertinaz sequía, la inflación en dos dígitos…
Cierto que el bagaje de su amigo Zapatero también fue devastador, pero incluso la ruina de entonces parece leve en comparación con el malfario actual.
Vivimos en un sinvivir desde que el líder del PSOE llegó al Gobierno.
Corre por Twitter la coña de que estamos pagando el precio de haber exhumado a Franco de la tumba en el Valle de los Caídos donde yacía en paz desde 1975; una maldición similar a la que recaía sobre quienes osaban profanar la sepultura de Tutankamón.
Pero aquel maleficio afectaba solo a los participantes directos en el desenterramiento de la momia, mientras que ahora los perjudicados somos todos los españoles…
La ‘maldición del sanchismo’ es Pedro Sánchez.
Les he dicho muchas veces que hay que echarlo antes de que deje España como una era así que, si no les parecen suficientes sus abrazos a los asesinos etarras, su compadreo con los enemigos de la Patria, su ineptitud y pésima gestión y voten en su contra por gafe.
En elecciones y con España en juego, todo vale, hasta los conjuros.
