Se las pintan solos. Y cada día con mayor osadía e ingenio.
Las fotos, la que encabeza este texto y la que aparece entre líneas, son un pequeño ejemplo de como intentan los familiares, socios, amigos y compinches de los presos, en los paquetes vía Departamento Comunicaciones meter droga en el interior de las prisiones Madrid.
Se habla de drones y de sistemas muy sofisticados, pero siguen vigentes los ‘trucos’ tradicionales.
Gracias a la labor de estos funcionarios se evita que dentro de la prisión puedan consumirla con el riesgo que conlleva para mantener en los Módulos la seguridad.
De inmediato se procede a remitir estas sustancias a la autoridad sanitaria competente para que determine la naturaleza de la sustancia y saber si hay posibilidad de sancionar disciplinariamente o penalmente.
Cuando la autoridad sanitaria haya emitido el informe correspondiente se remite a la autoridad judicial competente.
Hay que recordar que los Funcionarios en el Departamento de Comunicaciones e Ingresos hacen la misma labor policial y seguridad que un Guardia Civil, Policía y Vigilante de Seguridad en un Aeropuerto en la incautación de droga, con la salvedad que ellos tienen medios, recursos, formación y la condición Agente de la Autoridad nosotros no tenemos esta condición.
Las drogas son uno de los detonantes de la conflictividad en las prisiones.
Las drogas son la primera causa de muerte no natural en las cárceles españolas.
Al año, con variaciones, fallece aproximadamente medio centenar de presos por sobredosis.
Según datos de Instituciones Penitenciarias, el 20% de las muertes por sobredosis se producen tras un permiso o una visita.
La zona de comunicaciones está llena de carteles para concienciar a reclusos y familiares con frases como “me mató la droga que me pasaste” o “tu próxima visita podría ser en el cementerio”.
Más de 2.000 internos reciben tratamiento contra la drogadicción en el interior de las prisiones españolas.
En total, entre 2019 y 2021, en los centros penitenciarios de España se incautaron más de 170 kilogramos de cannabis (en su mayoría hachís, pero también marihuana), unos 178.000 psicofármacos, más de tres kilogramos de heroína, casi dos kilogramos de cocaína y más de 5.800 litros de alcohol etílico, desde chicha —una bebida de baja graduación que se obtiene mediante la fermentación de los azúcares presentes en restos de comida, como pan, frutas o yogures— hasta destilados comerciales.
