La ‘migración‘ desde la belga Waterloo al sur de Francia tiene mucho de jugada propaganística de cara a las próximas elecciones autonómicas catalanas y bastante de movimiento para ‘asustar‘ al socialista Sánchez.
Lo que está claro es que el golpista Carles Puigdemont prepara su regreso triunfal a Barcelona.
Desde la pasada Semana Santa reside en una casa en la comarca francesa del Vallespir, en el departamento de los Pirineos Orientales, a sólo treinta kilómetros de España.
Según su abogado Gonzalo Boye, a quien en su día condenó la Audiencia Nacional a 12 años de cárcel por colaborar con los terroristas de ETA en el secuestro de Emiliano Revilla, el prófugo asistirá a la sesión de investidura del próximo presidente de la Generalidad.
En otras palabras: en dos meses lo tenemos de nuevo en Cataluña, gracias al PSOE, a Sánchez y a su cuadrilla.
Puigdemont se está convirtiendo, con el respaldo de RTVE, Cadena SER, El País, LaSexta y resto de la ‘Brunete Pedrete‘ periodística, en el gran protagonista de la campaña catalana para disgusto de ERC y del PSC.
Parece que esta vez va en serio, pero no se puede olvidar que Puigdemont ya ha incumplido en dos ocasiones su promesa de regresar a Cataluña.
Aseguró que iba a hacerlo en la campaña de las elecciones del 21 de diciembre de 2017, las convocadas en aplicación del artículo 155 de la Constitución.
Finalmente, y pese a convertirse en el candidato separatista más votado, evitó dar el paso y trató de ser investido telemáticamente.
Al impedírselo la Justicia española, acabó designando a Quim Torra como valido y lo utilizó para controlar el Govern desde Waterloo.
En la campaña de las elecciones europeas de 2019 realizó la misma promesa.
Dijo entonces que, en cuanto lograra la inmunidad como parlamentario europeo, volvería a España.
Pero tampoco entonces cruzó la frontera.
Está claro que no quiere ni loco pisar un calabozo.