El nuevo presidente de EEUU amenaza con aranceles del 60% a las importaciones chinas

China esta peor ‘armada’ que antes, pero se apresta para una feroz guerra comercial con Donald Trump

Se avecina una batalla enconada que causará 'bajas' en la Unión Europea y en el resto del mundo

China esta peor 'armada' que antes, pero se apresta para una feroz guerra comercial con Donald Trump

En el verano de 2018, cuando el entonces presidente Donald Trump inició una guerra comercial con Pekín, la economía china estaba en pleno auge y se especulaba sobre su potencial para superar a Estados Unidos como la mayor economía del mundo.

Ahora, con Trump a menos de dos meses de recuperar la presidencia y asentarse en la Casa Blanca de nuevo, lo que una vez pareció imparable se ha debilitado considerablemente. Enfrentada a problemas inmobiliarios, deuda y deflación, China parece poco preparada para otro enfrentamiento.

Sin embargo, las apariencias pueden engañar.

Armados con el conocimiento de cómo opera el expresidente, los líderes chinos podrían estar mejor equipados para manejar la amenaza real de que Trump cumpla su promesa de imponer aranceles superiores al 60% a las importaciones procedentes de China.

Economistas y analistas sugieren que esto podría implicar diversificar el comercio, tomar represalias estratégicas contra empresas estadounidenses y fortalecer el consumo interno.

«China lleva bastante tiempo preparándose para este escenario. La importancia de Estados Unidos en su red comercial ha disminuido significativamente», comentó Roberts, del boletín War y miembro senior del Atlantic Council.

Como resultado de la guerra comercial inicial, que persistió bajo la presidencia de Joe Biden, tanto Pekín como las empresas chinas han comenzado activamente a reducir su dependencia del comercio estadounidense.

Este cambio se refleja en las estadísticas comerciales y se ha producido con una rapidez sorprendente.

En 2022, el comercio bilateral alcanzó un máximo histórico, pero el año pasado, México superó a China como el mayor exportador de bienes a Estados Unidos, según informó el Departamento de Comercio.

China había mantenido esta posición durante dos décadas antes de que sus exportaciones a EE.UU. disminuyeran un 20%, totalizando 427.000 millones de dólares el año pasado.

El año pasado, casi el 30% de las exportaciones de China se dirigieron al Grupo de los Siete (G7) naciones ricas, frente al 48% en 2000, según Matthews Asia.

En consecuencia, a pesar de una reducción en las exportaciones a EE.UU., la participación de China en las exportaciones globales ha aumentado al 14%, frente al 13% antes de la primera ronda de aranceles de Trump.

Aunque una devaluación del yuan podría potencialmente impulsar las exportaciones chinas en caso de nuevos aranceles de Trump, los analistas no prevén que esta sea una estrategia probable.

«Es poco probable que los responsables políticos vean una devaluación como justificable dados los costes asociados y pueden optar por medidas alternativas», explicó Callow, analista senior de cambio en ITC Markets.

Señaló que una devaluación repentina en agosto de 2015 causó una considerable agitación en el mercado.

Recientemente, el gobierno chino ha expresado su deseo de restaurar la confianza en sus mercados bursátiles para atraer a inversores nacionales y presentar a China como un destino de inversión favorable a nivel mundial.

Además, China busca posicionar el yuan como una alternativa fiable al dólar para los gestores de reservas bancarias, especialmente aquellos inquietos por las sanciones estadounidenses y europeas sobre Rusia desde 2022, afirmó Callow.

Los aranceles propuestos por Trump no se limitan a China. Ha sugerido un arancel del 10% al 35% sobre todos los bienes importados, un aumento significativo desde el promedio actual del 2% o incluso cero en muchos casos.

También ha considerado imponer aranceles del 100% o 200% a los automóviles fabricados en México o a los productos de empresas que trasladen su fabricación de EE.UU. a México.

Los economistas han estimado que un arancel del 60% podría reducir a la mitad la tasa de crecimiento económico de China, mientras que los planes arancelarios de Trump podrían costar al hogar estadounidense promedio más de 2.600 dólares anuales, según un análisis separado del Peterson Institute.

No obstante, China, con su población de 1.400 millones de habitantes, posee un vasto mercado de consumo interno que puede aprovechar eficazmente.

«La respuesta más eficaz para Pekín es estabilizar su propia economía restaurando la confianza entre los empresarios chinos, que son responsables del 90% del empleo urbano y de una parte significativa de la innovación», afirmó Rothman.

«Esto mejoraría la confianza de los consumidores, lo que llevaría a un aumento del consumo interno, que podría compensar el impacto de la disminución de las exportaciones a Estados Unidos».

Recientemente, la Oficina Nacional de Estadísticas informó que la economía se había ralentizado aún más de julio a septiembre, afectada por el débil consumo debido en gran parte a los problemas persistentes en el sector inmobiliario.

El producto interior bruto creció un 4,6% durante este período en comparación con el año anterior, con el gobierno apuntando a un crecimiento de alrededor del 5%.

La amenaza de una nueva guerra comercial llega en un momento delicado para la economía china.

El gigante asiático se enfrenta a una serie de desafíos internos, incluyendo una crisis inmobiliaria, una deuda local creciente y una población que envejece rápidamente. Estos factores han llevado a algunos analistas a cuestionar si el modelo de crecimiento de China está llegando a su fin.

Sin embargo, Pekín no está indefenso ante la posibilidad de una nueva ronda de aranceles. En los últimos años, el gobierno chino ha implementado una serie de políticas destinadas a reducir la dependencia del país de las exportaciones y fomentar el consumo interno. La estrategia de «circulación dual» del presidente Xi Jinping busca precisamente esto: crear un mercado interno robusto que pueda sostener el crecimiento económico incluso en tiempos de turbulencia global.

Además, China ha estado diversificando activamente sus socios comerciales.

La Iniciativa de la Franja y la Ruta, el ambicioso proyecto de infraestructura global de Xi, ha ayudado a China a fortalecer sus lazos económicos con países de AsiaÁfrica y Europa. Esto podría proporcionar a Pekín alternativas valiosas si el acceso al mercado estadounidense se vuelve más difícil.

No obstante, una escalada en las tensiones comerciales entre las dos mayores economías del mundo tendría repercusiones globales significativas. Los mercados financieros, ya nerviosos por la incertidumbre geopolítica y las presiones inflacionarias, podrían reaccionar negativamente a una nueva guerra comercial. Las cadenas de suministro globales, que aún se están recuperando de las interrupciones causadas por la pandemia de COVID-19, podrían enfrentar nuevas tensiones.

Para las empresas multinacionales, la perspectiva de aranceles más altos y mayores fricciones comerciales podría acelerar los planes de diversificar las cadenas de suministro fuera de China. Países como VietnamIndia y México podrían beneficiarse de esta tendencia, ya que las empresas buscan alternativas para reducir su exposición a los riesgos geopolíticos.

Sin embargo, es importante recordar que la retórica de campaña no siempre se traduce en política una vez en el cargo. Incluso si Trump gana las elecciones de 2024, podría enfrentar restricciones significativas en su capacidad para implementar políticas comerciales agresivas. El Congreso, los tribunales y la presión de los grupos empresariales podrían moderar cualquier impulso hacia una guerra comercial total.

Además, la interdependencia económica entre Estados Unidos y China sigue siendo profunda, a pesar de los esfuerzos recientes de «desacoplamiento».

Muchas empresas estadounidenses dependen de China como mercado clave y como parte integral de sus cadenas de suministro. Un aumento drástico en los aranceles podría perjudicar a estas empresas y, por extensión, a la economía estadounidense.

Por su parte, China también tiene interés en evitar una escalada dramática de las tensiones comerciales. A pesar de sus esfuerzos por reducir la dependencia de las exportaciones, el comercio sigue siendo un motor importante de crecimiento para la economía china. Una caída significativa en las exportaciones a Estados Unidos podría exacerbar los desafíos económicos que China ya enfrenta.

En última instancia, el resultado de una posible «Guerra Comercial 2.0» dependerá de una compleja interacción de factores económicos, políticos y estratégicos. Tanto Washington como Pekín tendrán que sopesar cuidadosamente los costos y beneficios de una escalada en las tensiones comerciales.

Mientras tanto, el resto del mundo observa con atención.

La perspectiva de una nueva ronda de fricciones comerciales entre las dos superpotencias económicas añade otra capa de incertidumbre a un panorama económico global ya complicado. Para los responsables políticos, las empresas y los inversores de todo el mundo, navegar por este terreno incierto requerirá flexibilidad, previsión y, quizás, un toque de humor para mantener la cordura en tiempos turbulentos.

Como dijo una vez el economista John Kenneth Galbraith:

«La única función de la previsión económica es hacer que la astrología parezca respetable».

En el caso de una posible guerra comercial entre EE.UU. y China, esta sabiduría parece más relevante que nunca. Solo el tiempo dirá si estamos ante el preludio de una tormenta económica o simplemente ante otra ronda de postureo político.

El mundo económico contiene la respiración y se prepara para lo que pueda venir.

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