Lo que les faltaba al socialista Sánchez y a su cuadrilla de maleantes.
Ahora resulta que el ministro Marlaska, quien aseguraba muy serio no conocer al personaje, condecoró con la medalla del mérito de la Guardia Civil a Víctor de Aldama, ese al que su jefe, el marido de Begoña, cita como ‘presunto delincuente‘.
Fue en 2022.
La medalla, con distintivo blanco, se otorga a quien ejecute, dirija o colabore en «el éxito de un servicio» de «extraordinaria dificultad» a «la Patria».
Gracias también a las gestiones de Marlaska, como revela este 23 de noviembre de 2024 Gema Peñalosa en el diario ‘El Mundo‘, el «nexo corruptor» de la trama Koldo-Ábalos tuvo acceso privilegiado a instalaciones de élite de la Guardia Civil en esas mismas fechas:
- Acceso exclusivo: De Aldama pasó cinco días en el Polígono de Experiencias para Fuerzas Especiales (El Pefe) en Logroño, sede del Grupo de Acción Rural (GAR).
- Instalaciones restringidas: Este centro de entrenamiento es considerado uno de los más avanzados del mundo, con acceso normalmente limitado.
- Trato preferencial: Se le permitió pernoctar en el área destinada a jefes, a pesar de ser civil.
- Actividades reservadas: Visitó zonas normalmente no mostradas a personas ajenas al Cuerpo y participó en entrenamientos propios de las fuerzas especiales.
- Altos mandos involucrados: En ese momento, el general José Antonio Iglesias Pollo era el responsable de las Unidades Especiales y de Reserva, mientras que el coronel Francisco Javier Molano Martín dirigía la Unidad de Acción Rura
Resulta un sarcasmo y pone en contexto las palabras que el amo del PSOE dijo a Aldama, según narró este al juez de la Audiencia Nacional Ismael Serrano, cuando ambos se hcieron una foto un acto del PSOE.
«Sé perfectamente lo que estás haciendo y te doy las gracias por lo que estás haciendo por el Gobierno de España».
Esa instantánea se tomó, a iniciativa de Sánchez y en un reservado, durante un mitin del PSOE en el madrileño teatro de La Latina.
La ‘cantada’ del comisionista Aldama ante la Audiencia Nacional ha puesto en jaque al Gobierno Sánchez y ha echado gasolina en la hoguera en la que se abrasa el PSOE debido a su rampante y tentacular corrupción.
Las pruebas e indicios que emergen del caso Koldo-Ábalos son un recordatorio escalofriante de que las promesas -sobret todo cuando provienen de los socialistas -pueden ser solo eso: palabras vacías.
Aldama, quien se encontraba en prisión preventiva, decidió declarar a petición propia, lo que ya es un indicio de que tiene mucho que contar.
En su testimonio, acusó a José Luis Ábalos, exministro de Transportes, y a su mano derecha, Koldo García, de recibir comisiones ilegales por un total de 250.000 euros, además de implicar a Pedro Sánchez en una trama más amplia. Este tipo de declaraciones no son simples rumores; son acusaciones directas que pueden tener consecuencias legales y políticas significativas.
Aldama no solo mencionó pagos a Ábalos, sino también insinuó que Sánchez estaba al tanto de las actividades corruptas.
Según sus palabras, el presidente del Gobierno le agradeció por su trabajo en México, lo que añade una capa más a las sospechas sobre la integridad del actual Ejecutivo. La respuesta de Sánchez fue descalificar a Aldama como un «presunto delincuente» y minimizar sus afirmaciones, pero esto no hace más que resaltar la fragilidad de su posición.
Uno de los aspectos más controvertidos es la reciente condecoración otorgada por el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, a Aldama antes de su declaración. Este gesto ha sido interpretado como una falta de juicio por parte del Gobierno y ha generado críticas tanto dentro como fuera del PSOE. La decisión parece contradecir la narrativa oficial del partido sobre la lucha contra la corrupción, lo que pone en entredicho su credibilidad.
La estrategia del PSOE ha sido clara: establecer un «cordón sanitario» alrededor de Ábalos, quien ha sido señalado como el principal responsable dentro del partido.
Sin embargo, esta táctica podría resultar contraproducente.
Al excluir a Ábalos de las querellas anunciadas por Sánchez y al mantenerlo como diputado, el partido parece aceptar implícitamente la existencia de una trama corrupta sin asumir las consecuencias políticas necesarias.
Es evidente que el PSOE se encuentra en una encrucijada.
Por un lado, deben proteger su imagen y mantener el apoyo electoral; por otro, deben lidiar con las consecuencias legales y morales que surgen de estas acusaciones.
El hecho de que varios ministros actuales estén bajo investigación por presunta corrupción solo agrava la situación.
La historia reciente del PSOE está marcada por escándalos de corrupción.
Esta situación es especialmente irónica considerando que Sánchez llegó al poder prometiendo ser el antídoto contra la corrupción que había caracterizado al Gobierno anterior del PP.
Las implicaciones políticas son profundas. La corrupción no solo afecta la imagen del PSOE; también puede influir en los resultados electorales futuros.
Si los votantes perciben al partido como corrupto o incapaz de gestionar adecuadamente los asuntos públicos, podrían buscar alternativas en otros partidos.
Los analistas políticos sugieren que este escándalo podría tener un impacto limitado en el electorado inmediato debido a la lejanía de las próximas elecciones generales.
Sin embargo, si se demuestran conexiones directas entre Sánchez y las actividades corruptas mencionadas por Aldama, el daño podría ser irreparable.
La situación actual plantea preguntas críticas sobre la ética y la transparencia en la política española. ¿Puede un partido que prometió erradicar la corrupción sobrevivir a tales acusaciones?
¿Es posible que los votantes perdonen o ignoren estas revelaciones? Lo cierto es que mientras más se profundiza en estos casos, más difícil será para el PSOE mantener su narrativa de limpieza y honestidad.
A medida que avanza este caso, será fundamental observar cómo responde el Gobierno y si realmente hay voluntad política para abordar estos problemas desde sus raíces.
La corrupción no es solo un problema legal; es un problema moral que afecta la confianza pública en las instituciones.
En conclusión, lo sucedido con Víctor de Aldama no es solo otro capítulo oscuro en la historia del PSOE; es una oportunidad para reflexionar sobre lo que realmente significa gobernar con integridad. Mientras tanto, los ciudadanos observan y esperan respuestas claras y contundentes.