Vladimir Putin intensifica su retórica nuclear y ha modificado la doctrina militar de Rusia, en lo que parece ser una estrategia para de disuadir a Occidente de seguir apoyando a Ucrania.
Estas amenazas y «líneas rojas» tienen su efecto, pero -de momento- los aliados de Kiev continúan proporcionando armas cada vez más avanzadas.
El 24 de septiembre de 2024, el presidente ruso anunció una revisión significativa de la doctrina nuclear rusa.
Según el nuevo texto, Moscú podría considerar el uso de armas nucleares no solo ante una amenaza existencial para el Estado, sino también en respuesta a un ataque convencional de un país no nuclear apoyado por una potencia nuclear. Esta modificación parece dirigida directamente a la situación en Ucrania, donde Estados Unidos y otros miembros de la OTAN han estado suministrando armas y apoyo logístico.
Peter Dickinson, editor del servicio UkraineAlert del Atlantic Council, señala: «Putin claramente espera intimidar a Occidente y convencer a los aliados de Ucrania de que sería prudente mantener la actual prohibición de ataques dentro de Rusia». Sin embargo, Dickinson argumenta que los intentos de Putin de presentar el tema como un potencial punto de inflexión se ven socavados por su propia respuesta poco impresionante al uso rutinario de misiles de largo alcance occidentales por parte de Ucrania en áreas como Crimea.
La ambigüedad en las declaraciones de Putin parece ser deliberada. Mariana Budjeryn, investigadora del Harvard Kennedy School’s Belfer Center, apunta: «El nuevo texto proporciona mayor latitud interpretativa para que el liderazgo ruso determine las condiciones bajo las cuales se pueden usar armas nucleares». Esta falta de claridad podría ser una táctica para mantener a sus adversarios en vilo, pero también refleja la erosión gradual de las líneas rojas rusas a lo largo del conflicto.
Desde el inicio de la invasión a gran escala en febrero de 2022, Occidente ha desafiado repetidamente las advertencias de Putin sin enfrentar las consecuencias amenazadas. Los aliados de Ucrania han ampliado constantemente su ayuda militar, pasando de cascos y armas antitanque portátiles a sistemas de defensa aérea Patriot, misiles de largo alcance y aviones de combate F-16. Cada paso ha sido cuidadosamente calibrado para evitar un enfrentamiento directo con Rusia, pero ha ido erosionando la credibilidad de las amenazas de Putin.
El reciente anuncio de la administración Biden de permitir a Ucrania utilizar los sistemas de misiles ATACMS contra objetivos militares en Rusia es un ejemplo más de este enfoque gradual. Aunque llega tarde, según algunos analistas, esta decisión demuestra que Washington está dispuesto a seguir presionando los límites de lo que Rusia considera aceptable.
John E. Herbst, director senior del Eurasia Center del Atlantic Council y ex embajador de Estados Unidos en Ucrania, argumenta que esta decisión es bienvenida pero insuficiente: «Estados Unidos debería estar proporcionando a Ucrania misiles verdaderamente de largo alcance, como los Tomahawk». Herbst sostiene que la timidez de Biden en proporcionar a Ucrania los sistemas de armas necesarios ha sido la gran debilidad de su política.
La reacción de Rusia a estos desafíos ha sido principalmente retórica. El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, calificó la decisión de Estados Unidos sobre los ATACMS como «echar leña al fuego», pero es poco probable que la respuesta rusa vaya más allá del habitual sable nuclear.
Esta dinámica plantea un dilema para Putin. Si bien su disuasión nuclear impide la participación directa de la OTAN, no detiene a Occidente de operar justo por debajo de este umbral. Cada paso erosiona sutilmente el apalancamiento estratégico de Rusia sobre Ucrania y socava la efectividad de su disuasión.
En respuesta, Putin parece estar doblando su apuesta. Además de revisar la doctrina nuclear, Rusia ha lanzado un misil balístico experimental con capacidad nuclear contra la ciudad ucraniana de Dnipro. Este movimiento parece ser una advertencia a los aliados de Kiev: un conflicto más amplio podría estar en el horizonte a menos que Occidente ajuste su política.
Sin embargo, la decisión de Moscú de notificar al Centro de Reducción de Amenazas de EE.UU. solo 30 minutos antes del lanzamiento sugiere que Putin es consciente de los peligros de un malentendido y una escalada no intencionada. Esto refleja su intención de evitar desencadenar inadvertidamente una guerra nuclear.
A pesar de la retórica cada vez más agresiva de Putin, muchos analistas consideran que el uso real de armas nucleares sigue siendo muy improbable. Kristin Ven Bruusgaard, directora de la Escuela de Inteligencia de Noruega e investigadora sobre estrategia nuclear rusa, señala: «El espectáculo es crucial: el acto de anunciar ‘nuestra doctrina está evolucionando’ capta la atención global, sugiriendo implícitamente: deberían estar alarmados. La sustancia del discurso de Putin es menos dramática; mientras que varios temas se abordan con más detalle, la claridad de los umbrales nucleares sigue siendo tan ambigua como siempre, por diseño».
Esta ambigüedad calculada es una táctica deliberada destinada a sembrar dudas en las mentes de sus adversarios. Aunque el uso de ambigüedad en la doctrina nuclear no es exclusivo de Rusia y es empleado por otros estados con armas nucleares, la aplicación de Putin se distingue debido a su contexto, ya que está adaptada específicamente a una guerra en curso y, por lo tanto, está formulada ampliamente para evitar un compromiso firme de usar armas nucleares y mantener abiertas las opciones de Putin.
El conflicto en Ucrania ha entrado en una nueva fase con la reciente contraofensiva rusa en la región de Kursk, que involucra a aproximadamente 50,000 tropas rusas y norcoreanas. Esta escalada subraya la urgencia de la situación y la necesidad de una respuesta occidental calibrada.
Mientras tanto, la atención se centra en la próxima administración estadounidense. Con Donald Trump emergiendo como ganador en las elecciones presidenciales de 2024, según los resultados oficiales reportados por la Associated Press, surge la incertidumbre sobre el futuro de la política de EE.UU. hacia Ucrania. El círculo de Trump ha hablado de proporcionar «más armas a Ucrania con menos restricciones sobre su uso» si Putin se niega a negociar una paz razonable. Esta postura podría llevar a una nueva dinámica en el conflicto.
En conclusión, el juego de Putin con las «líneas rojas» y las amenazas nucleares parece estar perdiendo efectividad. Occidente ha demostrado su disposición a desafiar estas advertencias de manera gradual y calculada. Sin embargo, el riesgo de escalada sigue siendo real, y la situación requiere una diplomacia cuidadosa y una disuasión creíble.
El desafío para los líderes occidentales será mantener el apoyo a Ucrania sin provocar una confrontación directa con Rusia, mientras navegan por las ambigüedades deliberadas de la doctrina nuclear de Putin.