Es de color rojo y está escrita en 19 idiomas.
Por supuesto también en español y el objetivo es orientan a migrantes ilegales frente a deportaciones masivas.
La tarjeta roja del tamaño de un carnet circula entre millones de personas en Estados Unidos.
Dice “No abra la puerta” y explica de forma breve sus derechos frente a las redadas del ICE.
Mientras Donald Trump aprieta su plan de deportaciones, hay muchas preguntas en el aire.
¿Cuántos han caído ya? ¿De dónde son? ¿Siguen entrando por las fronteras?
Y, sobre todo, ¿cómo afecta esto al comercio, la industria y la vida diaria en EE.UU.?
La tarjeta roja es sencilla pero clave.
La reparte el Centro de Recursos Legales para Inmigrantes y está en idiomas como español, árabe, chino o ruso.
Les dice a los migrantes: no hables, no firmes, no dejes entrar a nadie sin orden judicial.
“Tengo derecho a guardar silencio”, reza en una línea.
En otra: “No permito registros sin autorización”.
Desde que Trump asumió en enero, la demanda explotó.
“Hemos repartido nueve millones en dos meses”, explica el ILRC.
Para muchos, es un escudo frente al miedo.
Trump prometió la mayor deportación de la historia y va en serio.
Hasta ayer, 5 de marzo, ICE reporta 287.000 deportados.
La mayoría son de México (112.000), Guatemala (54.000), Honduras (39.000) y Venezuela (28.000).
Otros vienen de Colombia, El Salvador y hasta India.
Los mandan en aviones militares a sus países o a puentes fronterizos como Tijuana.
“Es una operación sin pausa”, subraya Thomas Homan, zar de fronteras.
En dos meses, superan las cifras anuales de Biden.
Las fronteras están blindadas.
Trump desplegó 4.000 soldados más esta semana.
En Texas, el cruce por el río Bravo cayó un 78% desde enero, según WSJ.
En Arizona, las detenciones bajaron de 1.200 diarias a 300.
“La gente ya no intenta entrar”, explica un agente fronterizo.
Los migrantes saben que el CBP One, la app de citas migratorias, está muerta.
Pero no todo es calma: unos 200 cruzan diario por puntos ciegos, un 22% de lo que era.
El muro y las tropas asustan, pero no frenan del todo.
¿Hacia dónde van los deportados?
México recibió 8.000 esta semana.
Guatemala y Honduras suman 5.000 cada uno.
Colombia aceptó 2.000 tras un rifirrafe con Trump, y Venezuela se resiste, pero ya llegaron 1.500.
Los aviones del ICE aterrizan en aeropuertos como Felipe Ángeles o Bogotá, a veces con esposas en manos y pies.
“Nos tratan como criminales”, se queda un deportado.
Los países piden tratos dignos, pero la maquinaria no para.
- Deportados: 287.000 hasta el 5 de marzo.
- Nacionalidades top: México, Guatemala, Honduras, Venezuela.
- Destinos: Principalmente países de origen vía aérea o terrestre.
- Fronteras: Entradas caen un 78%, pero un 22% persiste.
La situación en las fronteras es tensa pero controlada.
En San Diego, los jornaleros cruzan menos, dice CalMatters.
En Tijuana, albergues están llenos de los que no se atreven a intentarlo.
“Esperamos a ver qué pasa”, es la frase más común.
El mensaje de Trump cala: “Nadie entra ilegalmente”. Sin embargo, los cárteles buscan rutas nuevas, y el Darién en Panamá ve un repunte leve.
Ahora, ¿cómo afecta esto al comercio, la industria y la vida en EE.UU.?
Ya se notan. En California, la agricultura pierde mano de obra.
“El 50% de mis trabajadores no viene por miedo”, explica un granjero norteamericano.
La cosecha de tomates y fresas se retrasa, y los precios suben.
En Texas, el cuidado de ancianos sufre: “Necesitamos un millón de enfermeros al año, y no los tenemos”.
La construcción también cojea: faltan 1,7 millones de obreros, dice WSJ.
El comercio siente el golpe.
Y sobre todo al sur, en los países hispanos.
Las remesas a México y Centroamérica caen un 12% desde enero.
Eso hunde el consumo allá y tensa las relaciones.
En Los Ángeles, barrios latinos están silenciosos.
Las escuelas ven menos alumnos; los padres temen redadas.
En Chicago, ciudades santuario resisten, pero ICE entra igual.
La tarjeta roja da esperanza, pero no detiene aviones.