Es una vergüenza.
Una indignidad que debería sonrojar a cadenas de televisión, emisoras de radio y periódicos del mundo entero y singularmente en Occidente.
Hoy, 11 de marzo de 2025, el mundo del periodismo se enfrenta a un espejo que refleja sus propias contradicciones y sesgos. La reciente masacre de más de mil civiles alauitas en Siria, en su mayoría mujeres y niños, ha quedado relegada a un segundo plano en los titulares internacionales, evidenciando una preocupante doble vara de medir en la cobertura mediática global.
Esta tragedia, que en cualquier otro contexto habría desatado una tormenta mediática, ha sido tratada con una indiferencia que roza lo criminal. Los grandes medios internacionales, que suelen movilizarse con rapidez ante catástrofes humanitarias, han optado por un silencio ensordecedor, dejando que esta masacre se diluya en el mar de noticias diarias.
La miopía selectiva de los medios de comunicación mundiales no es un fenómeno nuevo, pero su manifestación en este caso es particularmente alarmante. ¿Qué factores determinan que algunas vidas sean más «noticiables» que otras? ¿Por qué la muerte de civiles en ciertas regiones del mundo merece portadas y cobertura extensiva, mientras que tragedias similares en otros lugares apenas reciben un párrafo en la sección internacional?
Esta disparidad en la cobertura no solo refleja prejuicios arraigados, sino que también perpetúa ciclos de violencia al normalizar ciertas formas de sufrimiento humano. La comunidad alauita en Siria, ya vulnerable en el complejo tapiz étnico-religioso del país, se ve doblemente victimizada: primero por la violencia directa, y luego por la indiferencia global ante su sufrimiento.
El peso del silencio
El silencio de los medios ante esta masacre no es un simple descuido editorial; es un fracaso ético del periodismo global. En un mundo interconectado, donde la información viaja a la velocidad de la luz, la decisión de no cubrir ciertos eventos es tan poderosa como la de hacerlo. Este silencio envía un mensaje claro: algunas vidas importan menos que otras en el escenario mediático internacional.
La tragedia de los alauitas en Siria no es un caso aislado. Se suma a un patrón más amplio de cobertura selectiva que afecta a numerosas comunidades en todo el mundo. Según informes recientes, más de 380 millones de cristianos enfrentan persecución a nivel global, una cifra alarmante que rara vez encuentra eco en los titulares internacionales.
Rompiendo el ciclo de la indiferencia
Es imperativo que los medios de comunicación reconozcan y rectifiquen este sesgo. La responsabilidad del periodismo va más allá de simplemente informar; incluye dar voz a los silenciados y luz a las sombras que otros prefieren ignorar. La masacre de alauitas en Siria debería ser un llamado de atención para la comunidad periodística global.
Los editores y periodistas deben cuestionarse constantemente sus criterios de noticiabilidad. ¿Estamos realmente sirviendo al interés público al ignorar ciertas crisis humanitarias? ¿Cómo podemos asegurar una cobertura más equitativa y comprehensiva de los conflictos globales?
La solución no es simple, pero comienza con el reconocimiento del problema. Los medios deben esforzarse por diversificar sus fuentes, ampliar su red de corresponsales y, sobre todo, mantener un compromiso inquebrantable con la verdad, independientemente de dónde ocurra.
El caso de los alauitas en Siria es un recordatorio sombrío de que, en el mundo de la información, el silencio puede ser tan elocuente como las palabras. Es hora de que los medios internacionales eleven sus voces por aquellos que no pueden hacerlo por sí mismos, rompiendo el ciclo de la indiferencia y la cobertura selectiva.
Solo así podremos aspirar a un periodismo verdaderamente global, que no solo informe, sino que también ilumine, eduque y, en última instancia, contribuya a un mundo más justo y empático. El silencio ante la injusticia no es neutralidad; es complicidad. Y en el caso de la masacre de alauitas en Siria, ese silencio habla volúmenes sobre las prioridades y prejuicios de nuestro panorama mediático actual.