"No encarguen a nuestra costa más sondeos de esos que fallan más que una escopeta de feria"

Carlos Dávila: «¿Cortará Errejón la coleta a Iglesias o éste le hará la ortondoncia al de la beca?»

"Tras siete días de clamorosa derrota, Ciudadanos y el engreído Rivera, echan la culpa a que el césped de España estaba poco regado para que sobre él pastaran sus geniales Girauta, Villegas, Villacís y no recuerdo más apellidos"

En España, con perdón, a un chulo (soberbio, fardón, perdonavidas o cosas así) cuando tiene poder se le teme o se le pelotea, cuando no lo tiene es causa de la chanza general. Y lo que ocurre en general, sucede aún más en la política, que es más despiadada, de común, que Jack el Destripador.

En Madrid, hay por lo menos dos grupos de periodistas que convocan semanalmente a una figura pública para que les cuente en el socorrido «off the record» algún plan, ciertas previsiones y opiniones comprometidas.

Pues bien: en estos dos últimos meses, ambos grupos han invitado a almorzar (cada asistente paga su sustento y el del invitado y adlátare, alguna vez en plural), a Albert Rivera, el aún líder de Ciudadanos, y a Carolina Bescansa, la que hasta el domingo pasado (26 de junio de 2016) se suponía pitonisa primera del reino soviético de Podemos.

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La coincidencia de la mayoría de los cronistas sobre ambos políticos de la antigua, ya, nueva casta, ha sido doble: por un lado, son personalmente insoportables; y los dos creen, creían, que hasta llegados ellos al mundo político, éste era un inmenso lodazal que no admite, no admitía, otra solución que la pira romana del pirómano Nerón. De ellos.

Ambos predecían un 26 de junio apocalíptico para los partidos diplodocus, y la arribada de un ramillete de jóvenes que, incluso desde posturas antagónicas (¿o no?), se disponían a establecer un nuevo orden: limpio, puro democrático y popular, ¿cómo no?

Rivera, displicente, gallo, enrabiatado a veces ante preguntas incómodas, vendió esta triple mercancía: los viejos al asilo, la Transición está más bailada que el Rigodón, y con Rajoy, nada de nada, bastante hacemos con no hacerle compartir celda con Granados.

Bescansa por su lado, presentó con una arrogancia infinita las estupendas cábalas de su partido, partido, mareas, círculos o regenerada mancebías, se pitorreó del PSOE como Piqué y Arbeloa lo hacen entre sí, y sugirió que esta vez se pensarían muy en serio que regalarían a los chiquitetes de Pablo Iglesias, quizá alguna subdirección general de Industria, quizá de Energía, donde desde siempre (también con Aznar y Rajoy) han estado instalados los militantes más sectarios socialistas. Y probablemente los más sucios, que pruebas hay con nombres y apellidos.

Ahora, tras siete días de clamorosa derrota, Ciudadanos y el engreído Rivera, echan la culpa a que el césped de España estaba poco regado para que sobre él pastaran sus geniales Girauta, Villegas, Villacís y no recuerdo más apellidos, y Podemos, por boca de Errejón, le atiza en los lomos al inútil (dixit) de Garzón o con el cuchillo entre los dientes,  Echenique avisa que aquí van a rodar cabezas, se supone que sobre todo las ajenas.

Eso sin contar con la advertencia de cuartel bolivariano del perdulario Rodríguez, que explica lo sucedido en función de que a media España le falta la ética. Tal parecería que estas antiguallas políticas que se han venido disfrazando o de bildus de ETA o de muleteros de Espartaco, padecen tal ataque de cuernos que ambos le echan la culpa al psiquiatra que no ha sabido tratar convenientemente a España.

Y en esas están: cada día que pasa, pierden votos a raudales, de tal modo que, hasta los sociólogos que tampoco han dado una, vaticinan ahora que si este domingo se repitieran las elecciones, Ciudadanos a lo mejor conseguía un par de escaños; uno, Rivera,  en su barrio natal de Barcelona, y otro, quizá, esto no es tan seguro, en el último guateque que han celebrado conjuntamente en Cantabria dos caricatos: el simpático Felisuco, y Revilla, presidente de una región en la que no ha ganado ni una sola vez.

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Podemos está en otras cosas: (¿será Errejón el que cortará la coleta a Iglesias, o será éste el que la haga una ortodoncia al defraudador de Málaga?) Estéticamente las dos providencias quedarían chupi. Mientras, en Moncloa, Rajoy les espera por si quieren algo: un gobierno de coalición del PP, el PSOE y Ciudadanos, o una embestida leninista pagada con los últimos dineros que pueda traerse Monedero de Caracas. «¿Qué quieren ustedes acuerdos?», «bien, dirá el presidente en funciones más largo de la Historia del mundo, pongámonos a ello». «Ah, ¿qué piensan que a la tercera será mi vencida?», «pues nada, majos, a las terceras elecciones para noviembre».

Y es que lo dicho: hace un par de meses a los ufanos, a los que por cierto en España se les suele llamar chulos, se le tenía más miedo que respeto, incluso un par de empresas de IBEX les llenaban las cuentas; ahora, después del 26, a los empecinados en el ridículo ni siquiera les caen contratos para presentar las ferias y fiestas de Rivas Vaciamadrid. Y por favor: no encarguen a nuestra costa más sondeos de esos que fallan más que una escopeta de feria.

Sepan sólo una cosa: la única verdad que les dirán otra vez los españoles será con ocasión de la próxima vez que se les convoque a las urnas. Mientras tanto, ustedes, Podemos, diviértanse con las marionetas etarras a las que un juez considera un simple juego de niños, y ustedes, Ciudadanos, envíen un par de meses a Rivera al Caribe. Allí cada día se abren más Pilates.     

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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