Hace ya tiempo que Cristina Cifuentes sabe que Twitter es a menudo el refugio del tarado. Los 140 caracteres y la sensación de inmunidad que da escribir desde casa y aparentemente de forma anónima, alimentan todo tipo de mamarrachadas.
Las redes sociales lo han cambiado todo, también las garantías constitucionales del derecho al honor y a la propia imagen.
Los políticos lo padecen constantemente desde que los escraches se convirtieron en práctica normalizada en nuestro país, con el respaldo del anonimato de la red.
La última en estallar de rabia ha sido la presidenta de la Comunidad de Madrid tras ser atacada con sonrojantes y agresivos mensajes -casi todos machistas-, tras la supuesta filtración de los exámenes para conductores del Metro de Madrid.
La líder del PP ha comentado con estupor a fuentes cercanas que dos de las personas que en el pasado reciente le han dedicado insultos por esta red social ostentan ahora cargos políticos.
Cifuentes revela que son un concejal de Manuela Carmena y un diputado regional de Madrid. No ha dado nombres, pero blanco y en botella.