La periodista y presentadora de ‘Espejo Público’ y ‘Dos días y una noche’ (Antena 3), Susanna Griso, escribe este 13 de marzo de 2016 un artículo en el suplemento Papel de El Mundo donde habla sobre el papel que ejerce Twitter en la profesión periodística y dice que hoy debes preocuparte si pasa un día entero sin que nadie te insulte por esa red social –Susanna Griso contra ‘los tocapelotas’ de Twitter-:
Hay dos tipos de periodistas: los pelotas y los tocapelotas. No hay término medio. Y el capitán del equipo tocapelotas es, sin ninguna duda, José María García. Es un provocador nato. Me ha metido en un lío siempre que le he entrevistado y le he dado la ocasión de poner en práctica su famosa máxima guerrera: «La indiferencia es el encefalograma plano del periodismo». Y a fe mía que lo ha hecho a conciencia.
En la presentación del libro biográfico Buenas noches y saludos cordiales, a la que asistí como fan incondicional, García recordó que, en su época más activa, fue insultado, censurado, perseguido e incluso quemado, en forma de muñeco, en un estadio de fútbol.
Señala que:
Lo que vivió García era un pequeño adelanto de lo que llegaría. Ahora, el patíbulo en la plaza pública se llama internet. De hecho, en esta profesión debes preocuparte cuando compruebas que, durante un día entero, has dejado de recibir insultos en Twitter. Dicen más de tu momento profesional los haters que los followers.
Que se lo pregunten a Dani Rovira, que cometió el error de leerse algunos tuits tras presentar -para mí de forma impecable- la gala de los Goya. ¡No hay que hacer nunca eso, Dani! Twitter lo carga el diablo.
Y sentencia:
Dios me libre de criticar a nadie por criticarnos. Y Dios me libre más todavía de buscarle peros a la era digital, que sería como criticar a la lluvia por mojarme. Es normal que los profesionales de la comunicación estemos expuestos y que los telespectadores opinen sobre lo que les ofrecemos.
Pero cada vez siento con más fuerza que ese tipo de feedback es menos útil para el comunicador. E imagino que si no lo es para mí, no lo debe de ser para nadie. Sin querer dar lecciones, yo he sentido siempre más placer aplaudiendo que silbando, elogiando que criticando, construyendo que destruyendo. Y no creo ya que, a estas alturas, vaya a cambiar.
