"Al dictadorzuelo podemita le empiezan a pasar por el tinte y la ducha"

En Podemos lo que más preocupa es cómo vestir a Iglesias en el debate a cuatro

"Como éste aparezca recién sacado de un picnic del Parque del Oeste, los espectadores, dicen los expertos, se van a fijar más en el disfraz del soviético que en sus tediosos monólogos de cura del Pozo del Tío Raimundo"

¿Cómo le vestirán a Pablo Iglesias en el debate de los cuatro? En este país donde habitan mas demóscopos que seleccionadores de fútbol, la idea es que todo el equipo de marketing de Podemos que sigue cobrando del payaso Maduro y de los ayatolas de Irán, al dictadorzuelo de Podemos le empiezan a pasar por el tinte y la ducha. Por lo pronto le han puesto ya un corbatín de banderillero que probablemente compraron en la feria de Valdemorillo, y ahora están en bajarle los pantalones vaqueros para colocarle o alguna alpaca o un tejido industrial desahogado que no le marque paquete, que tampoco es su mejor atributo.

En el debate estarán dos horas de pie Rajoy, Sánchez, Rivera y el propio Iglesias, y como éste aparezca recién sacado de un picnic del Parque del Oeste, los espectadores, dicen los expertos, se van a fijar más en el disfraz del soviético que en sus tediosos monólogos de cura del Pozo del Tío Raimundo. Mientras, unos y otros discuten cómo compaginar la austera y correcta gesticularidad de Ana Blanco, con la siniestra intención de la Pastor, o con las idas y venidas (ora contra ti, otra contra el de más allá) del representante de Vasile y Telecinco.

El debate llega más pronto que nunca porque, hay que recordarlo, hasta la fecha siempre se había esperado a la recta final de la campaña para enviar al ring a los candidatos. En el Partido Popular piensan que ello les favorece; en el PSOE, ya no saben ni que les favorece; en Podemos creen que el mundo se va a parar cuando Iglesias empiece a perorar; y en Ciudadanos no tienen, como siempre, muchas cosas en qué creer. Existe sin embargo una previsión común: esta vez el debate servirá para mover algún voto, una vez que ya los aspirantes han pasado por la taquilla de diciembre y el país en general conoce de qué pie cojea cada quien.

Como, según les anticipaba, aquí florecen los especialistas en sondeos a pesar de que no hay un solo español que reconozca que ha sido preguntado, las encuestas están siendo parejas en sus previsiones. ¿Por qué? Pues no se engañen: porque los jefes de cada empresa se telefonean y se cambian cromos más que los novios de antaño. Un político del PP decía esta pasada semana: «Entre las muestras de unos y otros apenas hay diferencias, quizá porque nadie se atreve a meter el cuezo». Las empresas, casi todas, tienen historia y alguna muy mala, o ¿es que no se acuerdan que Metroscopia pronosticó la victoria del PP el mismo domingo en que Zapatero se aprovechó de las bombas de Atocha?

Así que cuidado porque todos se juegan mucho y todos, mejor dicho, se la juegan personalmente. Lean: si Rajoy no gana, un par de días después el PP le convocará un congreso para mandarle cuanto antes al correspondiente Registro de la Propiedad; si Sánchez cae por debajo de los noventa escaños ni siquiera podrá saludar esa noche a sus fieles que ya no son ni cuatro y que le admiran menos que a la peor vociferante del Sálvame; si Iglesias no culmina sus expectativas, o sea bombardear el cielo con sus propuestas estalinistas, Errejón, las Mareas, Compromis, Colau y demás ralea, le devolverán a la Facultad de Políticas para que siga discutiendo con Verstrynge cómo hacer la revolución pendiente; finalmente, Rivera, cada día más ufano como si fuera el propio Espartero, puede contemplar como su naranja se pocha y se arruga para el contenedor de los perecederos. Es decir, que todos arriesgan el cogote.

Y que además no está claro que esta vez los marginales recién llegados que en realidad son más viejos en sus planes que el difunto Carrillo por un lado o que Segurado por el otro, se suban al carro de las denuncias por corrupción porque, según les informan sus manager, el votante empieza  a darla por supuesto en unos y otros, hasta el pinto de que hoy mismo domingo día 5 de junio, la preocupación por el desempleo resulta más prioritaria que las guarradas de Granados o Chaves.

Y es que, sin ir más lejos,  ¿puede Rivera seguir estremeciéndose con la ola de corrupción que nos invade y al tiempo sostener el Gobierno de Andalucía? «¡Amos anda! Que diría un castizo. Faltan dos semanas para abrir las urnas y la única previsión encima viene de América y anuncia que el 26 hará un calor tórrido en casi toda España, un sol de justicia que invita a las playas y aleja de los colegios electorales. El temor en consecuencia es que la participación apenas ronde el setenta por ciento del censo, aunque, eso sí, las peticiones de voto por correo  están siendo más acuciantes que en otras ocasiones.

Pues a ver si es cierto porque los residentes ausentes de este país se quedaron hace cinco meses con la papeleta en casa. Margallo, tan ocupado como está en otros menesteres, se ha desocupado de esta exigencia. Y es que Margallo, democristiano al fin, se halla en trance de asentar el nuevo mundo que nadie más que él previene. Las cosas pequeñas le aburren.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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