Fernando Berlín pide "integración" pero olvida que Podemos es alérgico a la disidencia
«Podemos no está en crisis». Corría mayo de 2015, Juan Carlos Monedero dimitía de la dirección y Carolina Bescansa negaba fracturas (y facturas) en su partido. La responsable de la Secretaría de Análisis Político y Social de Podemos escondía la crisis debajo de la alfombra.
Bescansa mentía porque sabía perfectamente que la salida de Monedero reflejaba profundas divisiones internas, en especial las que mantenía el deslenguado politólogo con Íñigo Errejón y con ella misma, por intentar llevar a Podemos hacia la centralidad y el tacticismo.
Tuvo que pasar un año hasta que en marzo de 2016 Bescansa admitiera «discrepancias tácticas» entre Errejón e Iglesias tras la fulminante destitución de Sergio Pascual, mano derecha del ‘número dos’. El ‘pablismo’ detectó una conspiración contra Iglesias en un chat de Telegram y saltaron las alarmas.
«Más allá de discrepancias sobre cuestiones tácticas, que la hay, nos queremos mucho», dijo Bescansa en Telecinco para maquillar la guerra sin cuartel que se abría en su partido. La gallega tuvo la caradura de culpar al PSOE de «alimentar» la crisis en su formación mediante la idea de que existen «varios Podemos» para «debilitar» al partido.
Pero la realidad era que la fábrica de amor solo era capaz de producir odios y envidias en torno a un irremediable choque de trenes. Al final, los esfuerzos de Bescansa por acicalar la guerra civil dentro de su partido acabaron agotándola, forzando su salida de la dirección de Podemos.
En una entrevista en Radiocable hizo autocrítica: «No hemos sabido desde la dirección calibrar ciertas estrategias».
Las bases y los medios afines de Podemos están desconcertados. Fernando Berlín le ha pedido desde su programa ‘La Cafetera’ al líder que surja de Vistalegre II que «aglutine a los disidentes», algo poco probable dada la institucionalizada tradición en Podemos de purgar a los críticos. Podemos es alérgico a la disidencia.
En el universo mediático podemita se respira decepción desde hace meses. Es interesante la entrevista que le hace CxT a Bescansa hora antes de su dimisión en la que le acusa de ser responsable en parte del cierre en falso de Vistalegre I, haciendo bandera de las críticas de Miguel Urban en ese mismo medio.
«Se intentó controlar la organización como una manera de «poner orden». Expulsaron a mucha gente que se acercó a participar en los primeros tiempos», le reprocha la periodista Nuria Alabao a Bescansa. Un misil tras la pelea de Errejón e Iglesias en el Congreso a la vista de todos los fotógrafos.
¿Y Público? En el órgano oficial de Podemos advirtieron hace tiempo a Iglesias de que su descomunal cesarismo podía abrir una brecha insalvable en Podemos.
Juan Carlos Escudier, subdirector de publico.es, publicó un demoledor artículo tras la destitución de Pascual contra Pablo Iglesias en el que le acusó de pretender «enmascarar con falsos debates su poder omnímodo» y de que la «destitución del desollado secretario de Organización muestra finalmente que la crisis de Podemos no era un invento del PSOE, del Ibex 35 o de determinada prensa». —El que se mueva no sale en la foto—
El partido que imagina Iglesias en su epístola, esa marea de voces plurales donde no caben «corrientes ni facciones que compitan por el control de los aparatos y los recursos», donde se toman decisiones duras «sin traicionarnos» y en el que se discute de todo sin que sus órganos se transformen en «campos de batalla», simplemente, no existe.
Pero su directora, Ana Pardo de Vera, siempre le cubrió las espaldas a Iglesias, en especial cuando el líder de Podemos se cargó toda posibilidad de acuerdo con el PSOE desempolvando los GAL de Felipe González:
En Podemos aplauden y conectan con ese discurso revolucionario y vehemente de Iglesias, de quien dice la verdad sin edulcorantes en donde sea, en el Parlamento o en la calle.
«No sabemos qué pasa», exclaman las bases de Podemos en los muros de Facebook y los buzones de voz de sus medios. En Podemos solo puede quedar uno. En Vistalegre no se harán prisioneros. Gane quién gane, la autocracia en Podemos dará paso a un partido de corte soviético.
Paradoja cruel: mientras los morados estén matándose entre ellos, no muy lejos de allí, un tal Mariano Rajoy será entronizado como líder indiscutible de la derecha. Como dijo Malraux, se suponía que enseñaban la revolución, pero solo enseñan martirio.