Editorial

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El derecho de los ciudadanos a conocer la verdad

, Martes, 8 de junio 2004
Carta de Pedrojota a la redacción de Periodista Digital remitida anoche por requerimiento notarial.
Para cuantos formamos parte de la redacción de Periodista Digital, el intento de coartar la libertad de información y expresión por parte de Pedrojota Ramírez mediante el requerimiento notarial remitido ayer noche debe suponer la renovación de nuestro juramento fundacional de cumplir con el deber social de informar y anteponer los derechos de los lectores a cualquier otra consideración.

Un periódico -aunque sea online- no es solamente de sus accionistas o de sus redactores y colaboradores. Un periódico es por encima de todo de quienes confían en él, creen en sus opiniones y lo toman como referencia cívica. En nuestro caso, de esos más de 92.000 ciudadanos --entre ellos, numerosos periodistas y profesionales de la comunicación--  preocupados por el mundo en el que viven que nos acompañan fielmente a diario en los más diversos avatares.

A ellos nos debemos y es pensando en ellos por lo que queremos hacer una breve referencia a la actualidad más inmediata.

Ayer, Pedrojota Ramírez remitió a la redacción de Periodista Digital la siguiente carta "enviada por conducto notarial mediante acta autorizada por el notario de Madrid D. José Picón Martín, con despacho en la calle Velázquez, 10":

Cristina Peña Carles
Calle Fuencarral 113, 1ª derecha
Madrid 28010

Teniendo conocimiento de que a través de su weeb (sic) site "Periodistadigital.com" y bajo el título "El desquite... de Exuperancia", se vienen divulgando en Internet, hoy día 7 de junio de 2004, hechos que afectan a Don Pedro J. Ramírez Codina en cuanto que son gravemente atentatorios contra la dignidad (art. 8 de la LSSI) y lesionan su derecho fundamental a la intimidad, reconocido en el artículo 18 de la Constitución, les requiero expresamente para que adopten de inmediato las medidas necesarias con el fin de interrumpir la divulgación de tales hechos y retiren esos datos de su weeb (sic) site en lo sucesivo, anticipándoles el ejercicio inmediato de acciones judiciales en caso contrario.

En el mismo sentido les requiero para que en lo sucesivo se abstengan de transmitir a través de su weeb (sic) site hechos o datos pertenecientes a la intimidad de Don Pedro J. Ramírez Codina.

Ldo: Cristina Peña Carles (colegiada núm. 9.271)

Periodista Digital jamás ha entrado ni entrará en la intimidad de Pedrojota o de cualquier otra persona. El director de El Mundo vio abyectamente violada su intimidad cuando delictivamente se difundieron imágenes de un vídeo grabado la noche del jueves 6 de marzo de 1997 en el que aparecía manteniendo relaciones sexuales con Exuperancia Rapú.

Es el propio afectado quien, motu proprio, narra en un libro de reciente aparición titulado "El Desquite" --actualmente en promoción, con firmas en la Feria del Libro y entrevistas varias en radio y televisión-- el contenido del vídeo y quien revela numerosas intimidades suyas ("lo que se veía ahí, empezando por el enorme trasero oscuro de Emma y siguiendo por el mío, a merced de unos rudimentarios juegos de sex-shop, no iba precisamente a mejorar mi prestigio social";  "en cuanto me llevó a su dormitorio vi que el atrezzo, presidido por un pene de plástico de ciertas dimensiones, también estaba desplegado. Me sirvió una copa y yo la dejé hacer. Siempre he tenido una actitud liberal hacia las relaciones y variaciones sexuales";  "cuando ella empezó la ronda de lo que espíritus más pacatos catalogarían como perversiones, yo no sentí la menor incomodidad en participar").

Esas intimidades no tienen el más mínimo interés periodístico --un procedimiento judicial ya se encargó de juzgar y sentenciar a los responsables de su grabación y difusión--, si no las falsedades y mentiras contenidas en el libro "El Desquite" sobre la relación de Pedrojota Ramírez con Exuperancia Rapú.

Son esas falsedades que Periodista Digital, en su deber social de informar, está poniendo de manifiesto las que han llevado al director de El Mundo a tratar de coartar, no sólo nuestra libertad de informar, si no --y lo que es más importante-- el derecho consitucionalmente reconocido de los ciudadanos a ser informados.

Porque Pedrojota miente cuando asegura "llegué a pensar que podría ser algo relacionado con la oposición guineana, pues recordaba haberle escuchado comentarios sarcásticos contra Obiang" cuando acude a la cita con Exuperancia Rapú.

Porque Pedrojota miente cuando afirma que Exuperancia "había abusado de mi amistad –por llamar de alguna manera a una relación tan vaga– hasta el extremo más inaudito" o cuando dice que no es verdad que "yo la hubiera llamado ni el día de la encerrona, ni ningún otro día, como no fuera respondiendo a su insistencia".

Porque Pedrojota miente sobre su relación con Exuperancia.

Y porque Exuperancia, tal como ha hecho Pedrojota en "El Desquite", tiene derecho a contar su versión.

Y Periodista Digital, soportando los intentos de coartar nuestra libertad, se la hará llegar a sus lectores. Pese a quien pese.

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Editorial
Todo por el jefe

Periodista Digital (11/06/04, 11.42 horas)

Ayer, a las 14.35 horas, un conocido periodista de investigación de un periódico español de tirada nacional llamó al teléfono móvil del director de Periodista Digital. Dándose por aludido por el titular "«Los Dalton», dos periodistas de investigación más malos que la carne de pescuezo", advirtió a gritos que la integridad física de su interlocutor estaba en riesgo si hoy salía algo publicado que no fuera de su agrado. No dijo nada, de lo que pasaría si no le agradaba a su jefe. 

Periodista Digital considera que dichas amenazas, contenidas en una conversación grabada que obra en nuestro poder, son banales improperios fruto del nerviosismo del momento. Que se trata de un calentón transitorio y que ni siquiera es consecuencia del mimetismo originado por muchos años de trato con miembros de las fuerzas policiales.

Horas después, y sin que por nuestra parte establezcamos conexión alguna, un notario de Madrid se personó en la redacción de Periodista Digital para hacer entrega de una carta remitida por "Don Pedro José Ramírez Codina, mayor de edad, divorciado..." en la que el director de El Mundo nos insta "por última vez" a cesar en la publicación de lo que considera son datos pertenecientes a "su intimidad" anunciando "el ejercicio inmediato de acciones judiciales en caso contrario".

Hace siete años, la grabación clandestina de un vídeo que revelaba -según él mismo ha escrito en su libro "El Desquite", que tanto éxito ha cosechado en la Feria del Libro de Madrid- la curiosidad, el afán de experimentar o las aficiones sexuales de Pedrojota Ramírez, y su posterior difusión, terminó por convertirse en un problema político y judicial de considerable envergadura. El único comentario que merece el hecho es la repugnancia sin matices por tal violación inadmisible de la intimidad de una persona, en contra de sus derechos más elementales y de la ley. Y así lo recogieron los tribunales sentenciando a penas de prisión a los autores de la grabación y de la difusión.

Paradójicamente, la propia víctima de esa agresión se había caracterizado hasta entonces por defender que los personajes públicos no tienen vida privada. Y fue el propio Pedrojota quien, con desprecio de su propia intimidad, situó el infame vídeo en el centro de la atención pública -entonces y ahora-, tratando de convencer a los españoles de que los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL) se habían reorganizado y eran los responsables de un auténtico montaje contra él. Necesitaba defenderse y pensó quizá que esa táctica, unida a la palabra "montaje", era la mejor vía. No le salió mal.

Eso fue hace siete años, en 1997. Judicialmente, el proceso quedó cerrado, a falta de que la sentencia adquiera firmeza, en julio de 2002.

Hace unas semanas, con avances de capítulos enteros de "El Desquite" en el diario El Mundo y artículos de los periodistas que participaron en la investigación, Pedrojota puso de nuevo el caso sobre el escenario. Todavía con mayor desprecio hacia su propia intimidad, en esta segunda entrega utiliza el vídeo para ajustar cuentas con sus enemigos. Ha firmado ejemplares en la Feria del Libro y ha paseado su persona por platós de televisión y estudios de radio.

Si hace siete años el método empleado para dañar la imagen personal de Pedrojota Ramírez fue destestable, no lo son menos los métodos que ahora emplea el director de El Mundo a la hora de defenderse o para ser más precisos, a la hora de atacarnos y pretender imponernos el silencio, para ser él la única fuente de la "verdad oficial". Es todo tan chusco que produce hilaridad si no estuviéramos hablando del responsable del segundo periódico de tirada nacional en España, auto proclamado adalid de la libertad de expresión y de la búsqueda de la verdad ante todo en el periodismo.

Es incomprensible, sobre todo si se tiene en cuenta que hace siete años nadie hurtó solidaridad a Pedrojota cuando se produjo la flagrante violación de su intimidad, que él mismo se encargue ahora de pasar por encima de su propia reputación con tal de seguir combatiendo a sus enemigos políticos o de restregar por la cara a la sociedad española que es poderoso e invulnerable. Porque el honor o deshonor de Pedrojota Ramírez no se encuentra en sus escenas de cama, que tanto dan, sino en la práctica profesional del periodismo que él mismo ha desarrollado a lo largo de los años.

Sin necesidad ni justificación alguna, Pedrojota niega a Exuperancia Rapú  --¿por ser negra y fea? ¿por tener un enorme culo negro? ¿porque no es una de las nuestras?--, el derecho a dar su versión sobre unos hechos que ya fueron juzgados y por los que la mujer ha pagado penalmente con una condena a cuatro años de cárcel.

Creyendo ser invulnerable,  engreido como sólo lo puede estar quien goza de habitual impunidad, Pedrojota facilita a los lectores una fantasiosa coartada sobre el "antes" de la grabación del deplorable vídeo.

Carente de los códigos morales internos que obligan a los periodistas a aplicarse las mismas reglas que se administran al resto de los ciudadanos e incapaz de aguantar el tipo de crítica persistente, que tanto prodiga desde su periódico, intenta ahora silenciar al mensajero. Trata de cerrar el único medio que se ha atrevido a brindar la posibilidad a Exuperancia de acercarse a la opinión pública para contar su versión de la relación íntima con Pedrojota, que según ella no se limitó a un día aciago como se relata en "El Desquite", sino que se prolongó -como un turbio Guadiana- desde el año 1989 hasta 1997.

La verdad es una categoría filosófica, que los periodistas esgrimimos a menudo pero que resulta difícil de establecer, sobre todo en situaciones conflictivas. En esta profesión, siempre se ha dicho que siempre hay tres versiones: "la de él, la de ella y la verdad". En cualquier caso, Pedrojota no niega en ningún momento ni uno sólo de los datos revelados por Exuperancia y que contradicen lo afirmado en el libro "El Desquite". Tan sólo se escuda en que se trata de su "intimidad" y nosotros queremos dejar patente que nos interesa mucho el periodismo y nos importa un comino la intimidad del director de El Mundo.