El mío es un grito que, estoy seguro, expresa la voluntad de millones de argentinos: hay que salvar a Héctor Timerman. Los que lo admiramos; los que hemos seguido su extraordinaria trayectoria en el campo de los derechos humanos; los que recordamos su fecundo paso por el periodismo; los que creemos que el país ha alumbrado un líder natural; en fin, los que nos consideramos «hectortimermanistas» de la primera hora alzamos nuestra voz en su defensa y clamamos: ¡hay que salvarlo! Y hay que hacerlo ahora …
Lea el artículo completo en www.lanacion.com.ar