«¡Joder… joder… joder…!». Las voces de Casillas se apagaron en la atmósfera húmeda. Pedro acababa de meter el segundo gol del Barça. Una lluvia suave se precipitaba sobre el campo y sobre los hombres. Mourinho, enfundado en una gabardina negra, observaba los acontecimientos inmóvil. El agua se le condensaba en las pestañas cuando Cristiano se dirigió hacia él haciendo gestos aspaventosos, tal vez denunciando el mal funcionamiento de algo así como que no le llegaran suficientes balones, o pidiendo alguna indicación salvadora …
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