Los controladores reunidos en un hotel de Madrid siguen firmes en su actitud de no volver al trabajo

Los controladores reunidos en el Hotel Auditorium de Madrid (aproximadamente medio centenar) no han expresado ninguna disposición a volver a sus puestos de trabajo en las torres de control del Aeropuerto de Barajas, según constató un inspector de la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA) tras reunirse con ellos.

«Hemos venido a comprobar que estaban aquí y en qué estado estaban. Aparentemente no están enfermos, pero hasta que no levantemos el acta de la inspeción no podemos adelantar nada más», dijo uno de los dos inspectores de la AESA cuando abandonaba el hotel.

El citado inspector señaló que no es público aún el número de bajas laborales computadas entre el colectivo, y afirmó no saber si van a volver a ocupar su puesto en la torre de control, aunque preguntado sobre si había detectado disposición para hacerlo, afirmó que no le parecía.

Igualmente, dijo desconocer si algún miembro del Gobierno tiene previsto reunirse con los controladores que están en este hotel, y preguntado sobre si los aplausos que se oían en el interior de la sala donde permanecen reunidos son indicio de que se puede reconducir la situación, el inspector afirmó que «los aplausos no van precisamente en ese sentido».

El inspector reveló que entre los controladores reunidos se encontraba el abogado de la Unión Sindical de Controladores (USCA), lo que podría evidenciar que el encuentro era menos casual de lo que podía parecer a priori.

Miembros de la policía nacional protegían la entrada de la sala ‘Príncipe Felipe’ del hotel, donde permanecían reunidos los controladores, mientras que fuera se agolpaban una treintena de pasajeros indignados porque habían visto frustrados sus planes de viaje, y que increpaban a los controladores que entraban o salían de dicha sala con gritos como ¡Despido ya!, ¡al paro! o ¡sinvergüenzas!, en un clima de creciente tensión.

Mientras tanto, el grueso de los controladores seguían concentrados en la sala, y desde fuera podían escucharse las arengas de alguno de sus líderes sindicales, seguidas de fuertes aplausos y vítores.

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