China ya tiene un nuevo capítulo que arrancar de los libros de Historia de los institutos. Si la masacre de Tiananmen de 1989 fue justificada como un hecho necesario para mantener la estabilidad del país y, acto seguido, eliminada de la memoria colectiva, a la silla vacía de la ceremonia de entrega del Premio Nobel de la Paz le espera la misma suerte: nunca nadie la conocerá, ni se debatirá en las universidades sobre su poder simbólico …
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