Coherencia, doña Leire.

MADRID, 5 (OTR/PRESS)

Que manía le ha entrado al Gobierno de Zapatero con prohibir todo lo que no le gusta por ley. Es un tic totalitario. Hay delitos, faltas, irregularidades, para eso están las leyes y los reglamentos, y luego, tres pueblos más lejos, está la buena educación. O la mala. No en las leyes sino en las antiguas reglas de urbanidad: que rigen cómo deben conducirse en público las personas civilizadas, la convivencia, es donde, en mi opinión, encaja como un guante y habría que dejar al libre albedrío del ciudadano adulto lo de fumar o no fumar en los espacios públicos convenientemente rotulados – aquí se fuma, pues aquí no – mientras fumar tabaco siga siendo legal. Como con el alcohol.

Yo deje de fumar hace años, por la tensión, y prefiero los bares donde no fuma nadie. Pero, ya podía ir sin problemas antes de la última vuelta de tuerca de esta segunda ley del tabaco, la de la ministra Pajín. Donde no quería entrar por el humo, no iba y en paz. Y donde quería entrar pese al humo, con mis amigos fumadores o porque me gustaba el ambiente, pues entraba. Ni cuando fumaba ni desde que lo dejé tuve nunca el problema de ponerme insultona o agresiva si alguien me pedía que apagase un cigarrillo, o las veces que he preguntado si molestaría que fumase y alguien me respondía, pues mire usted, si. El 99,9 por ciento de los fumadores es gente educada, preguntan, doña Leire; y la educación no se regula por ley, se adquiere en la familia y en la escuela, y se tiene fumando o sin fumar.

Dicho lo cual, ¿las leyes hay que cumplirlas? Las leyes hay que cumplirlas; todas, también esta. Pero, menos hipocresías con ‘la obligación del gobierno de velar por la salud pública’, ministra. Y, sobre todo, haga también el favor de dejar de jugar -con fuego- a chivatos y acusicas porque lo que faltaba en el programa de ingeniaría social de Zapatero es, justo, el ciudadano-policía ¿Sabe donde viví yo eso, ministra?, con Franco, querida. Privilegios de la edad. Si quiere ser coherente, ministra, agote el argumento, lleve al Consejo de Ministros una ley que ilegalice la producción y venta de tabaco. Fumar daña y puede matar también a los fumadores pasivos, pero los cigarrillos, el tabaco de pipa y los puros se venden legalmente en establecimientos expresamente autorizados a tal fin y abiertos al público con todos los papeleos y las bendiciones legales en regla. Una droga legal, conviene recordarlo, que rinde buenos dineros a las arcas públicas en forma de impuestos, a los que tampoco la ministra de sanidad, que yo sepa, hace ningún asco.

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