Matías Tejela y el colombiano José Arcila logran cortar una oreja cada cual en festejo arruinado por la mansedumbre del encierro de Achury Viejo. Andy Cartagena se negó nuevamente a actuar.
Seis toros de Achury Viejo propiedad de Felipe Rocha y de procedencia Conde de la Corte- Domecq, bien presentados y de agresivas cuernas, pero mansos y con complicaciones, salvo el último que aunque tardó tuvo clase y nobleza.
Matías Tejela: Casi entera desprendida (ovación y saludos) y estocada casi entera (oreja).
Andrés de los Ríos: Casi entera trasera (palmas) y casi entera (ovación con saludos).
José Arcila: Metisaca, pinchazo y estocada delantera y 7 descabellos (silencio tras dos avisos) y entera (oreja).
Andy Cartagena llegó a la plaza vestido de corto, pero tampoco rejoneó hoy. Tarde nubosa con el ruedo, algo húmedo por lluvia de mediodía. Media plaza cubierta,
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La corrida se vino a menos desde lo poco que ofreció de salida. Mansenado los toros, tuvieron sí diversos grados de violencia, más reservón alguno y así el toreo de hoy se hace casi imposible.
Sin embargo los tres matadores, bien dispuestos, se pusieron delante y con más o menos fortuna según su propias cualidades, lograron mantener la atención de un público paciente que ve la feria transitar hacia lo estéril.
Matías Tejela, mostró oficio y ganas. Le robó muletazos al broncote primero y al segundo, que tenía menos violencia y más sosería le cortó la oreja de puro terco.
Andrés de los Ríos se mostró desangelado ante un toro distraído y descompuesto, su primero, e intentó arrancarle muletazos a su segundo, que era mirón y no tenía embestidas claras. Hizo el esfuerzo y se lo agradeció el público.
El caldense José Arcila no se confío del todo con el tercero de la tarde y apenas se quedó quieto tras haberlo intentado con el capote, larga de rodillas incluida. No tuvo el torero claridad de ideas y el animal tampoco fue franco.
Ante el precioso castaño que cerró la tarde y que fue tardo pero tuvo claridad y calidad, Arcila desarrolló una faena solo regular, pues no logró que los muletazos tuvieran continuidad y el viaje que ofrecía el animal.
El público apenas calentó durante la faena y en las gradas, listo el poncho de agua para el aguacero por venir, veía como la tarde se desvanecía pena y sin gloria.
