Cuando le preguntaban de dónde era, él respondía que de Salvochea, una aldea a tres kilómetros de Riotinto, en Huelva. «Cada vez que lo decía, me pegaban una paliza. Había que llamarla El Campillo, como a ellos les gustaba», recuerda ahora Ricardo Limia a sus 94 años. Esos «ellos» a los que hace referencia son los fascistas de todo pelaje que le arruinaron media vida …
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