En la última semana no hubo tiempo para pensar en el efecto de la radiación más allá del inmediato, el que provocaría en la salud la inhalación de gas y partículas procedentes de los reactores. Pero ahora que la crisis empieza a mejorar a marchas forzadas (el Gobierno afirmó ayer que la situación es «más estable de lo previsto»), todas las miradas se centran en lo que, posiblemente, termine siendo el auténtico drama de la fuga radiactiva: la contaminación del agua y los alimentos …
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