Partido en el Cotorruelo, como en los encuentros de barrio, con todas las señas de identidad de choques en los que no solo juega el juego, sino el extrajuego: a muerte en los balones divididos con los tacos por delante, faltas tácticas por doquier y avalancha de jugadores propios a por el árbitro a intimidarle … Era el partido que Mourinho había puesto sobre el tapete, llevar el encuentro al tono físico, a la protesta, a la presión bien ordenada, con una intensidad tal que incluso el que lo veía sentía la presión de la zarpa de hierro en la garganta …
Lea el artículo completo en www.abc.es