«Un varón desconocido», rezaba su certificado de defunción, pese a que el zoqueiro de Fraialde desaparecido en agosto del 36 sí tenía nombre: José Antonio Rivas Carballés. No fueron las zocas, rústico calzado para proteger a la plebe de los rigores de la lluvia, las que lo enterrarían a dos municipios, decenas de kilómetros y un olvido eterno de su aldea de nacimiento, en el ayuntamiento lucense de Pol …
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