«¡Una pregunta por favor, una pregunta por favor!», se oyó gritar el pasado 31 de mayo a la salida de los príncipes del palacio de congresos Baluarte de Pamplona. No era el «¡Guapo!» al que está acostumbrado Felipe de Borbón cuando se dirigen a él algunos ciudadanos. Expectante, y custodiado por media docena de guardaespaldas, el heredero de la Corona se desplazó con la cabeza bien alta hasta el lugar donde estaba la joven que le requería su presencia …
Lea el artículo completo en www.publico.es