Hay que escarbar con ganas en la corteza negra bajo la que se esconden las playas de Chittagong para dar con un poco de arena. Sin duda, a pesar de que los cocoteros, el cielo azul y el calor invitan a ello, a nadie en su sano juicio se le ocurriría desplegar aquí una toalla y ponerse a tomar el sol
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