A Messi le duele la cabeza por la bronca de la hinchada de Argentina. No hay manera de que jugador y afición se reconcilien en la selección. Los reencuentros agrandan el distanciamiento más que propician el afecto. No hay que olvidar que la medalla de oro ganada por la albiceleste con Leo fue en Pekín y no en Buenos Aires …
Lea el artículo completo en www.elpais.es