¿El referéndum? de entrada, no.

MADRID, 26 (OTR/PRESS)

Esto de pactar bien entrada la madrugada, mola. Casi todas las huelgas y casi todos los acuerdos se solucionan a las tantas y yo estoy convencido que las partes lo logran por ejemplo después de comer, pero pactan hacerlo público el pacto de madrugada porque eso da una pátina de trabajo duro y esfuerzo hasta el final que a todos les viene bien. ¿Quién se puede oponer a algo que ha terminado de negociarse entre ojeras y cefelitos a las cuatro de la mañana?

Pues por lo visto muchos: se opone la izquierda más izquierda, el nacionalismo, los asamblearios del 15-M y muchos dentro del propio PSOE. Pese a que el pacto con el PP llegó de madrugada, cuenta con mucha oposición en los alrededores del Gobierno. Y es que la cosa tiene bastantes puntos de vista. Para empezar está la duda de si la reforma constitucional nos viene impuesta de forma directa o indirecta, porque impuesta, lo que se dice impuesta, nos viene; lo que no se sabe es si hay o no carta de «deberes». En segundo lugar el PP se adelantó al Gobierno y el Gobierno se cachondeó del PP y ahora tiene que pasar por el aro; eso, la verdad, duele. En tercer lugar se desmorona en parte toda la estrategia que le adjudican a Rubalcaba del giro a la izquierda. Y para terminar, si hablas con la gente, te dicen que lo raro es que lo que van a meter ahora aprisa y corriendo en la Constitución, no estuviera ya contemplado y asumido.

Porque esa es otra. La pregunta a hacer en el pretendido referéndum podría redactarse de muchas maneras y una de ellas sería, por ejemplo, la siguiente: «¿Aprueba usted que se contemple en la Constitución que las administraciones no se gasten muchísimo más dinero del que no tienen?» Es tan obvio, que hasta da rubor tener que decir que sí, de forma que, personalmente, prefiero que, de entrada, no me pongan en semejante trance. Ya sé que este pensamiento no lo comparten, por distintos motivos, ni la izquierda tradicional ni los nacionalismos, pero habrá que convenir en que vivimos en el mundo que vivimos y una de dos: o nos inventamos otro o jugamos con sus reglas. Personalmente soy partidario de inventar otro, pero ya no estoy en edad y cuando me declaraba escéptico de esta Europa Unida solo para la moneda -y mal unida-, entonces no entendía nada y resultaba sospechoso de casi todo. Bueno, pues esto es lo que hay y no se trata como afirman algunos ingenuamente de «sucumbir ante los mercados» sino, en este caso, de no vivir por encima de nuestras posibilidades y replantearnos la alegre interpretación que hemos hecho del llamado estado del bienestar; insisto para que luego no haya líos: replantearnos no el estado del bienestar sino la interpretación que hemos hecho, que no es lo mismo. Y llegar hasta donde se pueda llegar y elegir no lo más progre ni lo más fácil sino lo más urgente, lo más necesario: la salud, la educación y la justicia. Otro día podríamos reflexionar sobre la esencia de estos tres valores y su uso y abuso y mala gestión. Pero resulta la cosa muy intensa para una columna que ha empezado diciendo «mola».

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