Las fusiones de las cajas han alimentado ríos de tinta. Pulsos de poder político y económico, reestructuración del gremio de ahorro, nuevos equilibrios de poder en las participadas, mejora de la eficiencia bancaria … La respuesta es rápida, simple y directa: los nuevos grupos cobran más que las entidades preexistentes a sus usuarios por los servicios más básicos.
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