No hay constancia de que haya bajas o heridos entre los informantes o trabajadores de los servicios secretos a consecuencia de las revelaciones de Wikileaks
Una central de inteligencia del pueblo. Ese es el leit-motive de Julian Assange para crear Wikileaks. Es, como mencionaron algunos medios en la segunda mitad de la primera década del siglo XXI, el concepto de garganta profunda llevado al mundo online.
Mónica Plaza relata en su libro cómo es el soplón del siglo XXI y analiza las razones e inspiración personal y profesional de Julian Assange para cambiar el modo en que el siglo XXI gestionamos la información. Que, a pesar de los siglos y los nuevos formatos, sigue siendo sinónimo de poder. Y ahora, gracias a los nuevo canales, ese poder está más al alcance de todos.
En esta entrevista en Periodista Digital, la autora cuenta además que este trabajo le ha permitido analizar la legislación de España, EEUU, Suecia y Gran Bretaña (países más destacados en la trama) con relación a la libertad de expresión, la transparencia y el uso de Wikileaks como medio de comunicación.
«En España necesitamos modernizar la legislación relativa a la transparencia informativa. El nuestro es uno de los pocos países de nuestro entorno que no cuenta con una norma sobre este aspecto y sería interesante afrontar las nuevas tecnologías con otra visión.»
«El artículo 20 de nuestra Constitución es muy abierto. Era moderno en su momento para un país que salía de una dictadura pero hoy ya está superado».
Durante la elaboración de Wikileaks. La era de los soplones, la autora confiesa que ha pasado por diferentes etapas de su percepción del personaje de Julian Assange.
«Partía de la curiosidad hacia el personaje y su propósito. Primero pensé que había sido muy valiente, luego creí que no lo era tanto porque se escudó en el anonimato y la tecnología y terminé pensando que los valientes de verdad eran los soplones».
Analizando el personaje, Mónica Plaza establece cierto paralelismo entre Assange y Jobs.
«Aunque uno invirtió dinero su dinero en poner algo en funcionamiento para venderlo y ganar más dinero. Julian Assange podría haber sido un hombre rico y en su lugar prefirió ser un hombre bueno que no creara víctimas, es más, que las evitara.»
«Y a día de hoy no hay constancia de que haya bajas o heridos entre los informantes o trabajadores de los servicios secretos a consecuencia de las revelaciones de Wikileaks.»
LA ERA DE LOS SOPLONES
La autora cuenta que a través de la redacción de este libro ha podido reflexionar sobre la figura de los soplones en el siglo XXI.
«En la cultura mediterránea tiene una connotación peyorativa. Sin embrago, en el mundo anglosajón la palabra que se usa para nombrarlo es whistle blower ; el toca el silbato, el que da la alarma. Y suele dar la alarma sobre un asunto feo y turbio denunciando lo que está mal.»
«En este sentido, Wikileaks ha conseguido salvaguardar la memoria de los soplones y ofrecerles un cajón seguro para meter lo que saben sin dañar su identidad».
Y no tienen por que ser secretos de Estado lo que tenga que gardar Wikileaks. Julian Assanse siempre pone como ejemplo que si algo en la guardería de tu hijo no te gusta deberías decirlo. Y Wikileaks también está para eso.