Detenido en octubre 2011 y sometido a juicio en 2014, Pedro Farré ingresó en prisión en enero de 2016 para cumplir su condena
El cine negro pintaba un mundo es gris. La corrupción que aceita el sistema no es de color negro sino que tiene diferentes tonalidades de gris, la que «de una u otra manera aceptan todos y en la que todos participan hasta que deja de convenir». El cine de Lang, Wilder o Hitchcock giró en torno a una constatación aterradora: todo el mundo puede ser culpable de algo.
Pedro Farré lo sabe porque fue el único miembro de la SGAE condenado a entrar en prisión por apropiación indebida. Se gastó 40.000 euros en prostitutas, alcohol y drogas con la Visa Oro de la sociedad de autores. Farré no es nadie, solo la ficha de un inmenso dominó descontrolado. —Dos años y medio de cárcel por gastar en prostíbulos 40.000 euros de la SGAE—
De aquel arrogante director de relaciones institucionales de la SGAE solo queda su sombra. La cárcel lo ha reseteado desde cero. Se siente responsable pero por haber sido un gilipollas, por no haber dicho tantas cosas, por haberse hecho amigo de quien no debía, por no haber denunciado la mezquindad que veía a mi alrededor.
«Todo se sabe. Lo relevante es cuándo se revientan los casos. Y se revientan cuando se da un contexto óptimo para quien tiene el poder de la información y de manejar los tiempos, que casi siempre son los mismos».
Farré masculla la hipótesis de que se convirtió en un chivo expiatorio cuando lo vieron como un elemento incómodo para el PP. «El pecado mortal de la SGAE fue su arrogancia en criminalizar a todo el mundo».
«Alguien pensó que se podía relacionar a la SGAE con la corrupción en el PP, con la trama Gürtel y Arteria como telón de fondo. Habría sido una bomba mediática y hubiera hecho mucho daño a las posibilidades electorales de Mariano Rajoy porque a la corrupción de la derecha se le hubiera sumado la SGAE, una de las organizaciones más odiadas de España».
A Farré le cazaron un mes antes de las elecciones generales de 2011.
No es fácil evitar elucubrar teorías conspirativas cuando un agente-periodista de Intereconomía y ex Guardia Civil te llama un día a tu móvil para decirte que «te tengo agarrado de los cojones».
Todo el mundo tiene un pasado, un punto débil y el de Farré se guardaba en una carpeta que iba de mano en mano a la espera de sentencia. La SGAE se había pasado de frenada con la cruzada antipiratería sumando enemigos muy poderosos y a Farré le tocaría pagar las consecuencias.
«Fuimos muy antipáticos, muy arrogantes». Y muy ciegos porque la codicia les impidió ver que con la llegada de Internet el enemigo había mutado hacia algo que jamás podrían vencer: el poder tecnológico.
Farré cuenta una historia que revela la simbiosis que existía entre el PSOE y los artistas:
«Un eurodiputado socialistas llamó a los artistas y los reunió en la sede de la Asociación de Artistas que presidía Luis Cobos. A Teddy Bautista no le gustó la idea pero asistió. Yo no abrí la boca, pero no daba crédito a lo que allí escuchaba. El político socialista quería cerciorarse a toda costa de que los artistas se iban a movilizar contra el PP. Y lo consiguió. Hasta se fueron a manifestar delante de Génova. Así funcionaba todo. La promesa latente era: si nos apoyáis, os apoyamos. El banco de favores, siempre presente».
Mientras tanto, el indomable Teddy Bautista criminalizando a las peluqueras, espiando las bodas y los actos escolares, había perdido la cabeza, un desbocado autoritario sembrando el campo de minas. El PP y el PSOE, hartos del comandante en jefe del palacio de Longoria, le bajaron el pulgar. Su reinado había terminado.