Lo que más vívidamente ha quedado para siempre grabado en el cerebro y el corazón de Ivana es el momento en que los fanáticos las sacaban al estrado y la ponían a subasta
Contemplaba el telediario en la pantalla del ordenador cuando reconoció el rostro. Un escalofrío vapuleó su cuerpo.
«Creo que jamás olvidaré su cara, su voz. Sus facciones permanecen muy claras en mi memoria. No tuve ninguna duda. Aquel hombre era Abu Ali».
Ivana Walid es una de las cientos de jóvenes yazidíes que los facinerosos del autodenominado Estado Islámico convirtieron en sus esclavas sexuales.
Hace unos días Ivana, de 21 años, cazó a uno de sus verdugos camuflado entre las decenas de civiles que huían de Tal Afar, un bastión islamista situado a 70 kilómetros al oeste de Mosul, cuya liberación definitiva festejó el Gobierno de Bagdad el pasado 1 de septiembre de 2017.
La identificación no tuvo lugar en una rueda de reconocimiento organizada por las fuerzas de seguridad. Tampoco en Irak.
Sucedió en Alemania, donde Ivana, como decenas de mujeres yazidíes, se cura de las heridas en el cuerpo y el alma que le ha dejado el terror.
Estaba mirando con atención en la pantalla del televisor, las entrevistas con desplazados de la guerra en Siria e Irak que realizaba el reportero de una televisión local, según recoge Francisco Carrión en El Mundo.
Apareció en imagen un tipo y comenzó a narrar con cara compungida:
«Hay bombardeos y lanzamientos de morteros a diario. Las familias están sufriendo y han decidido huir. Los que están enfermos o no disponen de coches no pueden escapa»,
Ivana se quedó de piedra. Y con razón.
Abu Jasim, como se identificó ante las cámaras el sujeto, lucía una luenga barba y una testa afeitada de prominentes entradas.
Hablaba desde un centro de recepción habilitado por las autoridades iraquíes para acoger a los vecinos de Tal Afar que, tras horas de camino, habían logrado zafarse de los yihadistas y alcanzar el bando enemigo.
«Es Abu Ali. Lo veía a menudo. Era el responsable de la compraventa de chicas y niños yazidíes en Tal Afar».
La muchacha no dudó. Lo que más vívidamente ha quedado para siempre grabado en el cerebro y el corazón de Ivana es el momento en que los fanáticos las sacaban al estrado y la ponían a la venta y el tal Abu Jasim era el encargado de la ‘subasta’.
Pescar a uno de sus verdugos ha desempolvado la angustiosa memoria de los meses que pasó privada de libertad.
«He recordado todo lo que viví entonces y he vuelto a empeorar».