Solo un necio puede gritar "independencia"

Sobre los meapilas del Kremlim de la Generalidad

Entiendo (malamente) que una raza superior, como son los dirigentes catalanes y sus muchísimos abducidos, decida suicidarse colectivamente

Sobre los meapilas del Kremlim de la Generalidad
Puigdemont y Junqueras Redes Sociales

Hola a todos:

Yo, Carlos Álvarez Méndez, como miembro de una raza inferior Hispana, y aunque seré ladrado por los meapilas del Kremlim de la Generalidad, que hoy corren por toda la península, quiero añadir unas palabras, que les ayude a afinar mejor su odio hacia nosotros, los brutos inferiores del sur de Cataluña que no tienen alma de Cheka:

Podemos ser idiotas, pues no hay nadie que no lo haya sido en algún momento del día.

Podemos no quejarnos de la ignorancia, pues no …hay nadie que no desconozca algo.

Pero, como diría Cervantes, «es de mal nacidos ser desagradecidos».

La Guardia Civil, como el Ejército español que tanto detestan, son los que entregarían su vida por salvar a cualquier catalán en caso de inundación o ante una debacle climatológica, como ya ha pasado y sin duda pasará, y no los mossos ni los usureros y minitiranos que vocean desde el Banco-Kremlin de la Generalidad, y que escaparían como ratas cargadas de oro, antes de correr el menor riesgo por los tontos que los defienden y publicitan. Solo la chusma es desagradecida, y la chusma es imperdonable. Lo interesante de las situaciones extremas, es que las máscaras caen y el carácter revela su verdad, la real, la escondida. Solo en la trinchera aparece el rostro escondido del amigo y del enemigo.

Solo un necio puede gritar «independencia» para luego depender del hambre y de tiranos de provincias, mucho más rencorosos, pues su sed de venganza y de autoestima es mayor.

Solo un imbécil puede gritar «libertad» para ser libres de un pueblo del que solo han recibido respeto y generosidad, y del que han recibido dinero y privilegios a raudales, incluido su vituperado Franco. Aunque cierto es que este voceador de la libertad será libre, por supuesto, libre para pedir limosna en la Plaza de Cataluña o en alguna esquina de Las Ramblas.

Entiendo que Jordi Puyol odiase atrozmente a Franco, pues el canijo hablaba de libertad mientras a escondidas, envidiaba su poder hasta el delirio.
Entiendo que un macaco crea, sin fundamento, que su rama es mejor que la de otro macaco.

Entiendo (malamente) que una raza superior, como son los dirigentes catalanes y sus muchísimos abducidos, decida suicidarse colectivamente.
Debo entender que uno puede ser un tonto o un enfermo mental.
Pero no quiero ni voy a soportar, jamás, a los que trabajan y defienden la usura, así como a un desagradecido que además agrede a quien le auxilia.

Yo, Carlos Álvarez Méndez, he trabajado con los catalanes, y conozco bien el estado de paranoia, del que habla Boadella, frente a lo español (algo que no puede ser más opuesto a la realidad). Mäs allá de las transferencias en la educación, que se hizo hace mucho, y de la pasibilidad del gobierno español, quiero decir lo siguiente:

-Cada vez que decimos «este país» de forma desdeñosa, y como si fuera algo ajeno a nosotros, ganan los independismos.

-Cada vez que seguimos nosotros, los españoles, el discurso secular de «la leyenda negra», y nos criticamos sin fundamento, solo por el mero placer de hacerlo (enfermedad nuestra), ganan los independestismos.

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-Cada vez que se esconde innecesariamente una bandera española, o los españoles sentimos vergüenza al oír el himno, permitiendo, eso sí, el de los otros, ganan los independentismos.

-Cada vez que sentimos verguenza de sentirnos españoles (que es algo ajeno a la corrupción), ganan los independestismos.

-Cada vez que un español llama fascista a otro español, debido a que no está de acuerdo con el discurso marxista, ganan los independentismos.

-Cada vez que la televisión ataca a cualquier grupo español que definende lo español, acusándolo de fascista, y sin embargo da voz y publicidad a todo el discurso marxista, ganan los independentistas.

-Cada vez que se critica el lenguaje nacional español, y sin embargo se da voz a todos los himnos impositivos y todos los lenguajes independentistas, les damos alimento, y, ganan los independentismos.

-Cada vez que patológicamente nos autodespreciamos, diariamente, en televisiones y corrillos, en redes sociales y en los bares, ganan los independentismos.

-Cada vez, y esto es fundamental, que servimos al discurso victimista, damos alimento a un verdugo, y ganan los independentistas.

-Cada vez que evitamos con eufemismos, la palabra «orden», «legalidad» o «Estado» o «Fuerza», ganan los indepentismos.

-Cada vez que vemos a la Guardia Civil como el ejército de Franco, a la policía como los represores españoles, y a la firmeza de un Estado la interpretamos como dictadura e imposición, ganan los independentismos.

-Cada vez que callamos lo que pensamos, por sensato que sea, porque tememos ser tachados de franquistas o casposos, ganan los independentismos.

-Cada vez que no pensamos ni dudamos, alguien nos hace siervos suyos.

-España no existe como discurso histórico y cultural. Es una mera circunscripción jurídica y política que acabó con la Unión Europea y está siendo rematada por el marxismo cultural.

El marxismo cultural lleva decenios inventando víctimas para imponer su discurso. Todos odiamos los términos «poder», «Estado», «fuerza», sin pensar siquiera si la solución a ello es peor. Esa es la Mátrix que tenemos en la cabeza, y que obnubila nuestro discernimiento. Nuestras cabezas ya están vencidas antes de ir al combate, y así, ganan los independentismos.El país menos nacional del mundo no puede pedir respeto a sus hijos pródigos. Hasta que no renazca en España en el alma íbérica, será vencida por cualquier otra convicción nacional, por pequeña que sea. España es un San Bernardo dócil frente a chichiguaguas chillones.
La grandeza de un pueblo no la determina el número de sus problemas, sino la manera unánime en la que se enfrentan.

España es una enfermedad anímica, porque siendo al menos uno de los países donde mejor se vive, no paramos de inmolarnos gratuitamente. Recogeremos, como dice la Biblia, lo que sembremos. Ni más ni menos.

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