EN ESPAÑA YA NO CABE UN TONTO MAS

Arturo Pérez-Reverte da una lección sobre los ‘tipos de tontos’ en la que Zapatero sale campeón

Arturo Pérez-Reverte da una lección sobre los ‘tipos de tontos’ en la que Zapatero sale campeón
Rodríguez Zapatero y Arturo Pérez-Reverte. PD

La frase, hecha famosa por Carlos Herrera, es que hay más tontos que botellines. Otra versión, más antigua, es que ‘en España no cabe un tonto más’.

Ahora, con el telón de fondo de la mayor vergüenza política que se haya visto en el Congreso de los Diputados desde que falleció en la cama el dictador Francisco Franco hace casi medio siglo, llega el escritor Arturo Pérez-Reverte y hace su personal aportación al asunto.

El novelista español de más éxito internacional y antiguo reportero de guerra, ha recuperado un artículo escrito con anterioridad sobre los peligros que puede traer a la sociedad determinados personajes, algunos de ellos con responsabilidades públicas, lo que a su juicio provoca un mayor desbarajuste como consecuencia de sus medidas.

En uno de sus artículos semanales en XLSemanal titulado como ‘Tontos peligrosos’, narraba Pérez-Reverte cómo mantuvo una conversación profunda sobre este asunto junto a su amigo José Manuel Sánchez Ron en la ciudad de Segovia:

  • “Estaba en Segovia con mi compadre José Manuel Sánchez Ron, científico honrado y valiente, amicus usque ad aras al que hace años dediqué El asedio; y bajo el acueducto, mirando hacia arriba admirados, comentábamos lo sorprendente de que nadie exija todavía su demolición por ser vestigio del imperialismo romano que crucificaba hispanos, imponía el latín y perpetraba genocidios como el de Numancia. Eso nos hizo hablar de tontos, materia extensa. «A los tontos hay que ignorarlos», dijo José Manuel. Pero no estuve de acuerdo. Eso, respondí, los hace más peligrosos. Un tonto fuera de control es letal. Se empeñan en estar ahí aunque los ignores, tropezando en tus piernas. Con ellos no hay cordón sanitario posible, pues no hay tonto sin alguna habilidad. Hasta en la RAE tenemos alguno. El caso es que la vida acaba poniéndotelos delante. Y como dije alguna vez, juntas a un malvado con mil tontos y tienes en el acto mil y un malvados”.

Una vez se encontraban comiendo en un restaurante el tradicional cochinillo segoviano, Reverte y su acompañante analizaron los ‘tipos de tonto’ que existen en la sociedad, haciendo referencia además a algunas de las medidas tomadas por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.

  • “Después, mientras despachábamos un cochinillo en Casa Duque, José Manuel y yo estuvimos analizando clases de tonto y peligrosidades potenciales. Hay tontos inofensivos, concluimos, que están ahí y no pasa nada. Incluso hay tontos adorables a los que coges cariño. Que son buena gente. En su mayor parte no tienen la culpa de serlo, aunque muchos lo trabajan y mejoran cada día con admirable tesón. Basta con ver el telediario: de todos ellos, la variante de tonto con voz pública o parcela de poder es vitriolo puro. En un abrir y cerrar de ojos pasan a ser peligrosos, y pueden destrozar un país, la convivencia, la vida. No por maldad, sino por el lugar que ocupan y las decisiones que toman. En política, por ejemplo, hacen más daño que los malos. Ahí está Rodríguez Zapatero –ahora lo tenemos arreglando Venezuela– que, necesitado de tensión electoral, nos devolvió, desenterrada y fresquita para las nuevas generaciones que la habían olvidado, la Guerra Civil”
  • Por eso no me fío de los tontos, por inofensivos que parezcan. Tengo canas en la barba y sé a dónde te llevan o van ellos mismos. Durante veintiún años viví en países en guerra; y allí aprendí que, aunque los tontos suelen morir primero, también hacen morir a los demás. Pisan donde no deben, se asoman a la calle, encienden cigarrillos de noche. Te ponen en peligro. Y cuando les dan un cebollazo, eso despeja el paisaje, pero no acaba con todos. Por mucho que palmen en la guerra o en la paz, como especie los tontos nunca mueren.
  • Al hilo de esto recuerdo un caso, ahora divertido pero que entonces no me hizo ninguna gracia. Cuando trabajaba para la tele solía ir con gente dura, fiable, cámaras de élite sin los que mi trabajo no habría valido nada: Márquez, Custodio y alguno más. Pero no siempre estaban disponibles, y una vez regresé a los Balcanes con otro compañero. Era buen profesional y excelente persona, pero tenía la complejidad intelectual del mecanismo de un sonajero. Cruzábamos varias líneas de frente con puestos de control a menudo enemigos entre sí: cascos azules, croatas, serbios, bosnios. Era su primera guerra, y le dije que se metiera las tarjetas de acreditación de cada bando en un bolsillo diferente, y que no se equivocara al sacarlas porque nos podían cortar los huevos. «Tranquilo», recuerdo perfectamente que me dijo. «No soy tonto».

 

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