Repasando la sentencia del Tribunal Constitucional, es evidente que el socialista Pedro Sánchez, con el respaldo de todo su Gobierno y la complicidad del conjunto del PSOE, ha cercenado libertades fundamentales y que lo hizo para evitar tener que pactar con la oposición.
Querían tener manos libres. Y las tuvieron, como prueba la forma en distribuyeron los contratos oficiales, las incontables multas, las patadas en la muerta y todos los atropellos.
¿Eran conscientes Sánchez y sus compinches?
Sí, pero también sabían que muchos españoles, gente temerosa del poder, estaban dispuestos a perdonar al Gobierno su atropello.
Una parte del pueblo puede consentir que le meen encima y hacer como que llueve, pero nuestro sistema institucional, nuestra democracia, España como nación ni puede ni debe.
No descarten que Sánchez intente ahora endosar a los purgados Calvo, Ábalos o Redondo la responsabilidad de este histórico desafuero.
Lo tiene complicado y no solo porque su nuevo hombre fuerte, Félix Bolaños, también estuvo en la cocina jurídica de este atropello inconstitucional.
El sanchismo ha hecho de la burla de la separación de poderos y de enfrentamiento con el Poder Judicial una seña de identidad.