Anda el personal sobrecogido tras escuchar a varios militares estadounidenses que los extraterrestres existen y quizá vivan entre nosotros.
Yo quiero completar las estremecedoras declaraciones del Pentágono, subrayando que si los marcianos están en algún sitio, ese debe ser España.
Basta escudriñar entre esos 11 millones de ciudadanos que el pasado 23J avalaron con su voto el abrazo de Sanchez a golpistas y terroristas y observar las tonterías que hace el centroderecha.
Santiago Abascal ha anunciado su apoyo a una eventual investidura de Alberto Núñez Feijóo, sin exigir la entrada de VOX en el Gobierno.
Esta decisión, en teoría, despeja el camino a La Moncloa del líder del PP, que queda con las manos libres para pactar con el PNV, Coalición Canaria y afines, a los que la eventualidad de que haya en España ministros de VOX parece poner enfermos.
Vamos a obviar a ese nutrido contingente de alienígenas, que en Andalucía, Extremadura, La Mancha, Castilla y otras regiones votaron sumisos al PSOE, para que a los nacionalistas vascos y catalanes no les falte de nada y a centrarnos en los convencidos de que es esencial poner fin a la peste de los Gobiernos Frankenstein.
Es lamentable que en la política española se criminalice a un partido constitucional como VOX, mientras se trata con guante de seda a proetarras, separatistas, xenófobos y racistas que, agrupados bajo la etiqueta de ‘progresistas’, colaboran con la izquierda en la demolición nacional.
El propio Partido Popular ha contribuido notablemente a esta campaña contra su aliado natural, esgrimiendo los argumentos de LaSexta, Cadena SER, El País y resto del ‘pesebre sanchista’, para aislar a un partido perfectamente democrático y a los más de tres millones de españoles que le otorgaron su confianza el pasado 23-J.
Cuando no es la extremeña Guardiola, desbarrando histérica, es el aragonés Azcón, escondiéndose para no fotografiarse con su vicepresidente que es de VOX.
Y cuando Feijóo no dice preferir de socio al socialista Page, es Cuca Gamarra quien culpa a Abascal de todos los males del infierno.
Tras el último y generoso gesto de VOX, para evitar -en palabras de Abascal- un ‘Gobierno de destrucción nacional’, hubieran estado bien una palabras de agradecimiento.
No hacen falta disculpas a esos 3 millones de votantes a los que muchos dirigentes del PP han denigrado con su actitud vergonzosa, pero si un cambio de rumbo.
Abascal ha demostrado que sabe estar a la altura de las circunstancias en unos momentos trascendentales para la Nación.
Ahora es el turno de Feijóo de dar un paso adelante y asumir que, por el bien de España, es esencial que el centroderecha vaya en bloque, sume fuerzas y se centre en lo esencial, que es echar de una puñetera
