En los casi 50 años días transcurridos desde que se murió en la cama el general Franco, ningún Gobierno español ha acumulado tanto respaldo empresarial, bancario y mediático como el engendro 'Frankenstein' ensamblado por Pedro Sánchez
Los ciudadanos españoles desconfían de sus periodistas casi tanto como de sus políticos.
“El gran problema de la prensa española es la verdad”.
La frase, lapidaria y demoledora, no refleja en su totalidad el drama que aflige a los medios de comunicación españoles, porque habría que añadir otros elementos como la precariedad, la falta de formación o el clientelismo, pero es real como la vida misma.
Nunca en la Historia de España hemos tenido un presidente de Gobierno que se quiera tanto así mismo, quiera tan poco a España y al que tanto detestemos los ciudadanos que creemos en la libertad, la sensatez, la familia, la Patria y el futuro.
Y nunca hemos tenido unos medios de comunicación tan entregados al poder y tan dependientes de la subvención y la publicidad institucional.
En los casi 50 años días transcurridos desde que se murió en la cama el general Franco, ningún Gobierno español ha acumulado tanto respaldo empresarial, bancario y mediático como el engendro ‘Frankenstein‘ ensamblado por Pedro Sánchez, con apoyo de los zarrapastrosos de Podemosahora reconvertido en Sumar, los proetarras de Bildu, los peseteros del PNV, los golpistas de ERC, los delincuentes de Junts y algún otro.
La consecuencia del control que ejerce el jefe del PSOE sobre los medios de comunicación públicos y concertados, que son todas esas cadenas, periodistas y tertulianos que doblan la cerviz para recibir publicidad y subvenciones, es que es que no hay ya ‘cuarto poder’ digno de ese nombre.
Según el último informe de Reuters Digital News, los medios de comunicación españoles tienen la credibilidad más baja de Europa.
“Los hechos se retuercen para que se adecúen a los prejuicios ideológicos de cada medio”.
“Así, los medios han contribuido a difundir la idea de que no hay hechos incontestables sino visiones parciales de la realidad».
«Como consecuencia ha acabado echando raíces la especie de que, al igual que los políticos, todos mienten, o todos cuentan una parte interesada de la verdad”.
Un número creciente de españoles están sedientos de noticias políticas, pero no confían en que los periodistas les informen de forma honesta. Y eso explica que se vuelque la gente el las redes sociales o pase olímpicamente.
El periodismo es, de forma reiterada y desde hace ya un lustro, una de las tres profesiones menos respetada en España.
En la edición 2023 de la a Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa de Reporteros Sin Fronteras, que evalúa las condiciones en las que se ejerce el periodismo en 180 países y territorios, que se publicó el pasado 3 de mayo de 2023, España cayó otros cuatro puestos, bajando del 32 al 36.
El contexto económico -la dependencia por llamarlo por su nombre- en que se mueven los periodistas españoles es, de lejos, el indicador peor puntuado por el panel de expertos en libertad de prensa (investigadores, profesores, universitarios, periodistas, especialistas en derechos humanos y libertad de expresión…).
Si estás frente a un desconocido es mejor no decir que eres periodista, queda mal.
Otro factor que explica el descenso de España en el ranking es el empeoramiento del indicador legal y jurídico (el que mide el contexto legislativo en el que se mueve la profesión periodística).
Se han multiplicado con el Gobierno Frankenstein las acciones judiciales abusivas (SLAPP) contra medios y periodistas.
Y al afán de control sobre los medios, ni se disimula.
Cuando no son los sicarios de Sánchez desde La Moncloa, son sus aliados como Pablo Iglesias, Yolanda Díaz y demás, quiene manifiestan su deseo ferviente de instaurar sistemas de censura y ‘filtrado‘ más estrictos.
En ninguna parte queda más clara esta conexión que en los medios públicos.
Al contrario que en otros países europeos, muchos ciudadanos españoles ven la televisión pública, la radio y los servicios de noticias como meros portavoces de los gobiernos nacionales y autonómicos.
En democracia el sentido último del periodismo es contar todos aquellos hechos relevantes que los gobernantes tratan de ocultar a una ciudadanía a la que se deben.
Por eso el buen periodismo es tan difícil de ejercer, tan valioso e incluso tan caro.
Y en España, la interferencia política no se limita a los canales públicos; también los medios privados reciben fondos de los gobiernos.
La ‘Brunete Pedrete’, integrada por RTVE, RNE, LaSexta, El País, Cadena SER y el variopinto y nutrido tropel de tertulianos, columnistas, medios online y empresas periodisticas amarrado al pesebre sanchista, se ha hecho con el relato.
Y es una catástrofe para la profesión y para España, porque -como decía el feroz editor William Randolph Hearst:
«Periodismo es publicar algo que alguien no quiere que publiques. El resto son relaciones públicas»