Quienes entramos en la asamblea sin comprender en qué consiste la operación del Grupo Prisa con el fondo de inversión estadounidense Liberty, seguimos sin saber nada, porque no se mencionó nada al respecto
Con puntualidad suiza, Javier Moreno salió de su despacho en la sede de El País de la madrileña calle Miguel Yuste a las 17.00 h en punto camino de la sala de encuentros donde le esperaban más de 150 miembros de la plantilla a los que había convocado mediante un correo electrónico urgente, incluidos los colaboradores del diario que rara vez son convocados.
Mientras caminaba pausado, el director del diario más leído e influyente del mundo en castellano repasaba mentalmente las memorizadas frase de inicio de su discurso.
Había mucho en juego. Tanto que incluso la empresa había ordenado a los técnicos que tuvieran preparada la sala para conectar por videoconferencia con todas las delegaciones provinciales del diario.
La tarde anterior, miércoles 24 de marzo de 2010, en un comunicado histórico conjunto consensuado durante semanas por representantes de los diferentes comités de empresa, El País, la Ser y Cuatro exigían a Prisa transparencia sobre cómo les afecta que el fondo de inversión Liberty se haga con más de la mitad del grupo.
Los 15.000 empleados de Prisa, a través de sus representantes sindicales, apelaban «a la sociedad española, a los inversores y Gobiernos» asegurando estar siendo «ninguneados«.
Y exigían transparencia y explicaciones sobre si la venta del 50% de Prisa a «un fondo especulativo» (Liberty Acquisition Holdings), que sólo quiere ganar dinero y al que nada importa el papel histórico que El País ha jugado en la democracia, libertad de expresión y formación de la opinión pública en España, supone en la práctica el despiece y venta de las numerosas empresas del grupo (El País, Prisacom, As, Cinco Días, Canal+, Cuatro, Cadena SER, Santillana, 40 Principales, Cadena Dial, M-80 Radio, Cinemanía, Rolling Stone, Gentleman, La Revista 40, Claves, Car, Sogecina, Sogepaq, Plural Entertainment, Box Publicidad, GDM).
Así como el despido masivo de trabajadores, dado que a pesar de la entrada de los 660 millones de euros de Liberty en el capital, Prisa sigue teniendo una deuda de 5.000 millones de euros con los bancos: «Sería interesante entender cómo un fondo especulativo compra más de la mitad de una empresa con fuertes deudas y al tiempo se mantiene al margen de la gestión, así como conocer las condiciones exigidas por los bancos acreedores»
Moreno inspiró profundamente y se puso derecho al traspasar el umbral de la sala. En la reunión que había mantenido por la mañana con, entre otros, su jefe directo, el periodista-ex director del diario-reconvertido-en-empresario-consejero-delegado Juan Luis Cebrián, se llegó a considerar que fuera Polanco quien explicará en persona a los trabajadores de El País la delicada situación de Prisa, pero eso sería dar fuerza y protagonismo a los comités de empresa.
De lo que se trataba era de neutralizar los rumores y corrillos que durante los últimas tres semanas habían monopolizado las tertulias en las máquinas de café entre los redactores de El País, el buque insignia de Prisa —Cebrián: «Berlusconi no se quedará con El País»–, para cortarles las alas a los aviesos sindicalistas de Comisiones Obreras artífices del demoledor comunicado.
Y quién mejor que Javier Moreno –Cebrián estaba descartado por la tensión que genera su sóla presencia ya que le responsabilizan de la crítica situación financiera de Prisa–, un químico cosmopolita nacido en París en 1963 que tras hacer el máster de Periodismo de El País había ascendido por talento y méritos propios a la dirección del diario en mayo de 2006, tras pasar una temporada dirigiendo la delegación del diario en México.
Con su vestir informal, voz conciliadora y cara de niño bueno, Moreno vació los pulmones, paseó la vista un momento por las caras serias del centenar y medio de personas y, con voz firme y seguridad, arropado por su staff, les arengó un mensaje de esperanza y tranquilidad resaltando todo lo positivo.
Durante cerca de una hora, la totalidad de la redacción, incluidas las delegaciones provinciales conectadas por videoconferencia, estuvo expectante (dos redactores de la edición digital se quedaron de guardia en sus ordenadores), escuchó en silencio.
Y a pesar de que en la sala había presentes decenas de periodistas curtidos en años de fajar ruedas de prensa e interpelar inquisitivamente a esquivos políticos y empresarios, nadie hizo pregunta alguna.
El mensaje caló entre los disciplinados redactores de El País, que resumían así la conversación unidireccional de Moreno:
«Moreno quiere motivación. Recordó que el periódico es el único que no ha despedido ni ha bajado sueldos; se está perdiendo dinero en publicidad (como en todo el sector), pero no se ha quitado ni un duro a los periodistas.
Cinco minutos antes de las seis de la tarde, llegó el director adjunto, Vicente Jiménez, quien se centró en los detalles: «Hay que adaptarse a las nuevas formas de recibir info (Tuenti, Twiter, Facebook…) y por eso se apuesta por la web. La gente que ha sido obligada a cambiar de trabajo dentro de la redacción las últimas semanas lo ha hecho con buen ánimo y eso llena de orgullo a la dirección»
Al abandonar la sala, seguido de toda la plantilla de vuelta al trabajo, Javier Moreno volvió a inspirar profundamente. Pero esta vez con el rostro relajado y la vista al frente.
No sabía todavía el pensamiento final de muchos redactores:
«Quienes entramos sin comprender en qué consiste la operación del Grupo Prisa con el fondo de inversión estadounidense Liberty, seguimos sin saber nada, porque no se mencionó nada al respecto.
Javier Moreno se limitó a decir que la alianza con Liberty tenía como fin garantizar la independencia de El País.»