"Los trabajadores de Prisa no merecemos este desprecio", trataba de explicar megáfono en mano un miembro del comité luchando por ser oído entre la pitada
A cuatro días de que el próximo lunes 19 abril los acreedores de Prisa –el grupo tiene una deuda cercana a los 5.000 millones de euros– den su aprobación a la venta del 50% a un fondo de inversión extranjero, cuatro centenares de trabajadores, según la estimación presencial de Periodista Digital, se concentraron ante la sede del emblemático edificio de la madrileña Gran Vía 32 exigiendo ser recibidos por el consejero delegado del mayor grupo de comunicación del mundo en español y portugués.
«Don Juan Luis Cebrián no se encuentra en estos momentos en el edificio»
Fue todo lo que obtuvieron por respuesta por parte del director de Recursos Humanos de Prisa, Rafael Carbacos, quién bajó a la recepción para hablar con el representante de los trabajadores, Juan Manuel Gil, coordinador de los comités. «Le trasladaremos vuestra petición», añadió Carbacos, su voz ahogada por los agudos pitidos de silbatos y trompetillas de feria procedentes de la calle.
El martes el comité de Prisa había convocado una concentración en la sede de Gran Vía 32 para forzar una reunión con Cebrián sobre Liberty, tras, según ellos, las reiteradas negativas de la empresa a facilitar información –Bárbara Manrique, dircom de Prisa, asegura a Periodista Digital que «se han mantenido reuniones con ellos y dado explicaciones»– sobre la compleja operación de venta de Prisa «a un grupo especulador norteamericano» que temen «suponga el despiece de las numerosas empresas del grupo, la pérdida de empleos y la externalización de servicios, como el traspaso de los 300 trabadores de informática a Indra«
«LOS TRABAJADORES DE PRISA NO MERECEMOS ESTE DESPRECIO»
A medida que centenares de trabajadores, de los seis mil en plantilla en España –a nivel global Prisa cuenta con 14.987 empleados–, iban llegando a la Gran Vía a partir de las 18.30 h les eran entregados un silbato o trompetilla, así como una careta con el rostro de Cebrián.
Cinco agentes de la Policía Municipal se encargan de mantenerlos sobre la acera y de dirigir el tráfico, mientras otros cinco policías nacionales antidisturbios observaban sonrientes el jolgorio apoyados en dos furgonetas de cristales tintados.
«Los trabajadores de Prisa no merecemos este desprecio», trataba de explicar megáfono en mano un miembro del comité luchando por ser oído entre la pitada.
«La empresa odia la negociación. Sólo querían dejar subir a un representante a pesar de que aquí somos muchas empresas y todos tenemos derecho a hablar, así que hemos propuesto que fuera Cebrián quien bajara. Nos han dicho que no estaba»
Uno de los manifestantes grita entonces:
«¡Sí que está, sí que está!»
Y se le unen decenas de voces, que van variando los lemas:
«No seas malo Cebrián, déjalos subir»
«Pírate, pírate»
«Bote, bote, Cebrián el que no bote»
«Luego diréis que somos cinco o seis»
«Cebrián vete ya»
«Juan Luis, escucha, como esta va a haber muchas»
Pasan unos minutos de las 20.00 h y la gente empieza a dispersarse.
Desde el megáfono se escucha:
«Vendremos todas las semanas hasta que nos reciban. Iremos hasta el final. Entre los Comités nos vamos a seguir reuniendo y, tarde o temprano, darán la cara y darán explicaciones. Gracias a todos y hasta la próxima»