Milagros Pérez Oliva, Defensora del Lector de 'El País', analiza el tratamiento informativo de las denuncias por abusos sexuales en el seno de la Iglesia

Pederastia, papafobia y el (imposible) arte de titular sin que nadie se sienta ofendido

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Pederastia y papafobia titula su artículo dominical la Defensora del Lector del diario El País. Milagros Pérez Oliva explica que, con 141 artículos y reportajes publicados desde enero 2010, «ciertamente no ha tenido que ser agradable para muchos católicos abrir el periódico El País estos últimos meses».

La defensora comenta que ha recibido quejas de varios lectores, que critican fundamentalmente:

  • Que el enfoque y el extenso tratamiento dado a este asunto es un ataque a la Iglesia católica, una forma de anticlericalismo
  • Que la gravedad de los hechos justifica la atención mediática, pero que se han cometido tergiversaciones y un cierto ensañamiento
  • Que se ha dado carnaza a quienes no interesa la verdad, sino leer lo que desean y poder así injuriar a los que odian («en los foros de Epais.com se puedan encontrar ataques generalizados a la Iglesia, peticiones de castración para los curas pederastas y cárcel para sus cómplices y encubridores, incluido el Papa»)
  • Que el titular de portada de día 8 abril 2010 fuera «13.000 llamadas desbordan la línea de abusos de la Iglesia alemana» cuando en el texto de páginas interiores se precisara que aunque «el número total de llamadas fue de 13.293», en realidad eran 2.670 las personas que querían denunciar abusos físicos o sexuales, pues muchas tuvieron que llamar varias veces antes de poder establecer comunicación.
  • Que en el titular de la edición digitial «El fiscal vaticano para la pedofilia reconoce 3.000 casos en ocho años» se da la idea de que eran 3.000 los casos de curas pedófilos reconocidos por el Vaticano y no era así. Eran 300. El texto aclara que la cifra de 3.000 no corresponde a casos acreditados, sino a denuncias presentadas, y no por abusos ocurridos en los últimos ocho años, sino en los últimos 50.

Pérez Oliva responde a las críticas a través de las palabras del redactor jefe de Sociedad del diario, Ricardo de Querol:

«El interés informativo de este escándalo no es muy discutible. Países como Estados Unidos, Irlanda o Alemania llevan años investigando y sacando a la luz los abusos sexuales cometidos en instituciones educativas, cubiertos durante décadas por un manto de silencio e impunidad. El problema de la pederastia, que genera gran alarma social, afecta a la Iglesia católica y a otras instituciones. En las últimas semanas este periódico ha informado ampliamente, y en primera página, de casos ajenos al ámbito religioso, como el del gimnasio de kárate Torres Baena de Gran Canaria, o el del internado de Odenwald (Alemania), una institución elitista vinculada a la Unesco»

«Desde el respeto a quien perciba un sesgo anticatólico, afirmo que no hay empeño en destacar los abusos en la Iglesia por encima de otros. Mucho menos papafobia. Pero ahora sabemos que durante décadas la respuesta de la jerarquía católica fue ocultar los hechos y evitar denunciarlos ante la justicia civil, como si importara más salvar el nombre de la institución que resarcir a las víctimas y proteger a las futuras. La agresión sexual a un menor no puede ser un asunto interno de la Iglesia, es un delito gravísimo que deja secuelas de por vida. Desde su independencia, este periódico no va a ignorar unas denuncias que cuestionan a la cúpula eclesiástica por su política de ocultamiento en el pasado. Hemos informado con detalle sobre lo ocurrido y también sobre la forma en que ha reaccionado la Iglesia. Eso no es un ataque a la religión, sino un examen riguroso a la actuación de los dirigentes de la Iglesia. Creo que será bueno para la institución depurar responsabilidades a fondo».

¿Y la reflexión final de la Defensora del Lector de El País? Esta:

«No cabe duda de que lo ocurrido en el seno de la Iglesia católica es muy grave y justifica la atención informativa que el diario le ha prestado. Pero es lamentable que titulares tan poco afortunados como estos y el innecesario puntillismo con que se han descrito algunos episodios de abusos puedan inducir a pensar que el diario se ensaña con las dificultades de la Iglesia y empañar de este modo el buen trabajo realizado.»

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