Enric Sopena salía en defensa de José Montilla, al que le daba sus consejos: "No puede ni debe proyectar la imagen de que también se suma al concierto del soberanismo"
¿Estaban ‘jartos’ de Estatut después de lo de ayer? Pues si no querían caldo, ahí van dos tazas. Es lo que hay. Aunque hoy, prometido queda, se lo aliñaremos con algo de huelga. Que viene curiosa, por cierto.
Vayamos primero al tema catalán. En El País podía leerse una crónica con el siguiente titular: «PSOE y PSC sólo encuentran un punto en común: sus ataques al PP». Decía el texto que «todo socialista que tiene ocasión lanza diatribas contra el PP», aunque las cosas estén que arden entre la parentela ‘sociata’ de Madrid y la de Barcelona. Sólo Alfonso Guerra, que ya tiene una edad, sigue diciendo lo que le viene en gana. Para eso es Guerra.
La edad es lo que tiene. Y, si no, que se lo digan a Gregorio Peces-Barba, que podía permitirse el lujo de tachar todo de «acumulación de despropósitos» por parte del Gobierno y de los partidos catalanes, pero también de José Luis Rodríguez Zapatero. Del presidente del Gobierno recordaba cómo «sostuvo con imprudente firmeza que lo que se aprobase en Cataluña, se aprobaría en Madrid». Tampoco se libraban las autoridades y los medios de comunicación catalanes por afirmar «que el tribunal no está legitimado para resolver el asunto».
Por otra parte, en la emisora de Prisa, la SER, Matías Vallés sentenciaba así: «Tenga o no una eficacia jurídica, Cataluña es una nación porque lo dice el preámbulo del Estatut, y ése es un logro de los catalanes, que deberían estar contentos de este dato».
ESPAÑA PLURAL REMUNERADA
Por Público su comisario político de Opinión, Marco Schwartz, escribía sobre «apreciaciones que hieren de manera innecesaria e irresponsable el sentimiento identitario» de Cataluña.
Bonito terreno el de la identidad. Y de doble filo. A ver qué dice el periódico de Jaume Roures cuando haya quien defienda identidades que a él no le interesa defender. Pero volvamos a Schwartz, que remataba lo suyo descubriendo que «aún existe una parte de España que no entiende el concepto de Estado plural y que, con sus actos, solamente consigue alentar la desafección y los argumentos del separatismo».
¿Ese concepto de Estado plural será aquél que permite llenar las páginas impares de un suplemento al respecto, encartado en el periódico de Roures, con publicidad a tope de, por ejemplo, el Ayuntamiento de Córdoba, Castilla-La Mancha, Asturias, Cataluña, Extremadura, Andalucía, los Ministerios de Medio Ambiente y Fomento, el Cabildo de Gran Canaria, Paradores, la Diputación de Barcelona, Baleares y el Consistorio de Gijón, entre otros?
EL CONSEJERO
Nuestro querido colega Enric Sopena salía, por su parte, en defensa de José Montilla, al que le daba sus consejos: «No puede ni debe proyectar la imagen de que también se suma al concierto del soberanismo». Y es que para el director censor Montilla no tenía que ceder a las presiones independentistas y nacionalistas.
«En CiU temen a Millet y prefieren sal gruesa contra la sentencia. Por eso quieren elecciones cuanto antes. No se equivoque, señor Montilla», aseguraba. Y es que, si Montilla se equivoca y pierde la Generalitat, ¿quién va a dar los contratos al Grupo Lavinia de los amiguetes del PSC? Se comprende su legítima preocupación.
MÍREME A LOS OJOS
Es lo que habría que decirle a Juan Pedro Hernández Moltó, responsable de la gran pifia de Caja Castilla-La Mancha, como él se lo espetó a Mariano Rubio allá por los noventa.
El personaje, que debería estar metido debajo de una piedra tras la que montó en la caja castellanomanchega, salía ayer con unas declaraciones en El País asegurando que María Dolores de Cospedal le presionó para meter a su ahora esposo, Ignacio López del Hierro, en la entidad. «Era el precio para pacificar la caja», alegaba Moltó.
Es curiosa tanta memoria ahora y justo en este momento. A ver si el día menos pensado nos pone al tanto, también, de todo el ‘fregado’ del Aeropuerto de Ciudad Real y de la lista de los coleguitas empresarios que se llevaron los cuartos en base a créditos de amigo de la caja que él presidía.
‘ROJOS’ ESQUIROLES
Curiosa tipología la que hemos descubierto: la del ‘rojo’ esquirol. Y es que la huelga salvaje del Metro de Madrid ha sacado a la luz convergencias pintorescas. Vean ustedes. El País le dedicaba un editorial con titular demoledor: «Huelgas con rehenes».
El papel de Prisa hacía referencia a la «inflexibilidad de un comité de empresa que anuncia con toda tranquilidad que no respetaría la legalidad, y una parte del cual amenaza incluso con convertir la huelga en indefinida». Atención, por cierto, al mensaje final: «¿Es así como piensan convencer a los ciudadanos de que se sumen a la huelga general?» Iba por Cándido Méndez e Ignacio Fernández Toxó, que ayer apoyaron y justificaron la ruptura de los servicios mínimos.
No quedaba la cosa ahí. En Público encontrábamos la versión ortodoxa, la de los parias de la tierra y la famélica legión, a través de Issac Rosa, que justificaba las críticas a la huelga por el hecho de que «millones de trabajadores han sido abducidos, desclasados, desprovistos de todo residuo de conciencia de clase».
En el extremo opuesto estaba Manolo Saco: «Está escrito que el éxito de la lucha obrera se mide por el tamaño de la incomodidad que provoca, no en el patrón, que siempre gana, sino en los usuarios». Sobre las ‘alternativas’ de viaje que habían dado algunos sindicalistas de Metro, la respuesta de Saco era la siguiente: «Dos millones de potentados viajeros, que cada día suelen tomar tontamente el Metro sin caer en la cuenta de que podrían ir tan ricamente en limusina, llegaron tarde o no llegaron a sus puestos de trabajo».
Entre medias quedaba Antonio García Ferreras, director de La Sexta, que en RNE afirmaba que «los sindicatos se están equivocando en la huelga de Madrid pero creo que también le está faltando capacidad negociadora al Gobierno de Esperanza Aguirre». Es Ferreras. ¿Qué esperaban? Bastante hacía.
DE LA CAVERNA AL ASILO IDEOLÓGICO
Le dejamos aparcado por la madre superiora Pilar Rahola pero no se nos iba a escapar.
Porque el lunes, en Público, el historiador Josep Fontana quería darle la réplica al artículo de Santos Juliá publicado en El País y que recogimos en esta misma página de LA GACETA.
Eso, por lo que se ve, no le gustó a Fontana. «Tengo demasiado respeto a Santos Juliá como para despachar este asunto de la manera simplista en que lo hace Intereconomía», escribía. Al final, en estas guerritas de intelectuales nos tocaba a nosotros el chinazo.
Meramente testimonial, también es verdad, que viniendo de un señor que se proclama marxista y hace gala de ello en 2010 se dice todo. Aunque, según un currículum que anda corriendo por la Red, ocupase la cátedra de Historia Económica de la Universidad de Valencia entre 1974 y 1976.
¡Cosas del franquismo, que hacía catedráticos a marxistas ahora recluidos en el asilo ideológico!
Originalmente publicado en La Gaceta