La columnista de El País, Maruja Torres, regresa del verano destilando bilis y un cabreo de los que dan ‘yuyus’ para la salud
«En el contexto estacional el dato del paro no es tan malo», le soltaba a piñón fijo en la Cadena SER la vicepresidenta económica, Elena Salgado, a Carlos Francino. Y eso apenas unos minutos después de que las agencias hubieran escupido los primeros datos, otra vez de subida, o sea desastrosos, con la cifra de parados en España. ¡Olé las realidades virtuales en que viven algunos! No extrañaba que el hermano de papel de la radio de Prisa, El País, rebotase la encuesta del miércoles que daba ocho puntos por delante a los populares, señalando que «José Luis Rodríguez Zapatero arranca el curso político más débil que nunca»–El 65,6% opina que Zapatero no debe presentarse, según un sondeo para la SER— . Algo de lo que no hay que ser una lumbrera para darse cuenta, pese a que a algunos les ha costado descubrirlo.
Y si no, ahí estaba Fernando Ónega en La Vanguardia para indicárnoslo: «La técnica de Zapatero es convertir en positivo todo aquello que los demás mortales vemos como desastroso» —El Resistente–. Entusiasmado como el que descubre cómo asar la manteca, el gallego dibujaba así al inquilino de La Moncloa: «Su última confianza es que este otoño será dramático, con más paro y cierres de empresas, pero sus impopulares medidas empezarán a dar resultados». Ya veremos.
AÍDO Y LAS MONJAS
La última de Publico nos arrojaba otra de cómo está el Gobierno. Y eso que esa página del diario de Jaume Roures hay que leerla, aunque en ocasiones sea sonrojante. Les reconozco que uno, Trasgo acostumbrado a ver y leer muchas cosas despiporrantes, todavía se sorprende. A servidor aún le duraba el arrobo con lo de Esteban González Pons comparándose con ‘Los Serrano’ —«Nunca he renunciado a Peter Pan«– cuando se encontraba con este titular de Bibiana Aído, ministra de Igualdad: «Las monjas me enseñaron a valorar la tolerancia». Picado por la curiosidad, uno se encontraba esta presentación de la gaditana: «Es ministra de España, sí, pero también es la única de su grupo de amigas que no ha logrado cumplir la meta de su infancia». A saber: «Quería ser periodista televisiva y ha terminado siendo la ministra pimpampum de la derecha». Y el sueño platónico del maestro Luis María. Para lo del periodismo televisivo, por cierto, nunca es tarde.
ZAPATERO, EL SALVADOR
En nuestro vía crucis llegábamos a la estación del singular digital El Plural, donde encontrábamos a Enric Sopena a punto de entonar aquello de «precaución, amigo conductor…» a mayor gloria de Pere Navarro, director general de Tráfico. Se quedaba con las ganas, a lo que se ve, aunque no en la cantidad de piropos que le dedicaba. Hasta el punto de que nos daba qué pensar. ¿Sopena habría sido poseído por el espíritu de Maurizio Carlotti? Con tanto derroche de almíbar con Pere Navarro, el antiguo comisario político de los informativos de la TVE felipista parecía un directivo de Antena 3 repitiendo su campaña de Tráfico. Claro que eso lo desmentía con una frase que nunca hubiera pronunciado uno de la cadena de Planeta, tan ecuánime siempre: «Aquéllos que sostienen que este es un Gobierno de ineptos e inútiles, capitaneados por un inepto y un
inútil en relación a Zapatero, no hacen más que mentir. Mientras Aznar evoca la libertad para conducir sin tope de velocidad, Zapatero escogió la libertad para salvar vidas humanas en las carreteras españolas. Y ha cumplido». ¡Zapatero, ‘ora pro nobis’!
‘SIN PERDÓN’
¿Recuerdan aquel magnífico ‘western’ de Clint Eastwood? Pues Maruja Torres debía haber pensado en él a la hora de regresar a la última del periódico de Prisa –-Sin perdón–. A la buena mujer no le han hecho mucho efecto relajante las vacaciones, por lo que se veía: «Fidel Castro ha pedido una especie de perdón por la limpieza de homosexuales que desencadenó aquella revolución que se hizo hace 50 años con un par, y en donde todos y todas los tenían muy bien puestos». Y esto era lo más, digamos, moderado. «Yo no perdono», lanzaba, para luego largarse un ‘speech’ del que sólo les ponemos una parte: «Que me pidan perdón, sea la Iglesia por la Inquisición en la que ardió Miguel Servet: no lo otorgo. Que me pidan perdón por el franquismo y el posfranquismo: no lo concedo». «No me da la gana perdonar», remachaba. ¡Menudo berrinche! Por cierto, ¿qué Iglesia y que Inquisición? Porque a Servet lo quemaron dos veces: los católicos en efigie y los calvinistas en especie. Tila, señora, tila.
Originalmente publicado en La Gaceta