Manuel Conthe, contertulio en la radio episcopal, devaluaba el papel de la Iglesia, olvidándose de que cobra de ella
¡Vivir para ver! A la presidenta madrileña le cae la del pulpo por lo de la reducción de liberados sindicales y los que más arremeten contra ella son los que, desde un presunto progresismo, le hacen el caldo gordo a las políticas ‘neoliberales’ -palabra que suelen emplear como porra dialéctica- de José Luis Rodríguez Zapatero. ¡Qué época de contradicciones! Ahora lo verán. Vamos para allá.
LA THATCHER MADRILEÑA
Vayamos al periódico de la izquierda de pata negra y cartera llena, Público, que destacaba en un titular —Aguirre logra unir al Gobierno y sindicatos— la «obsesión del PP madrileño con la lucha obrera», así, como lo leen, subrayando que Aguirre «ha conseguido unir a Gobierno, sindicatos e IU para hacer frente a su pretensión de reducir el número de liberados sindicales en la Administración madrileña». La justificación de ello la daba El País, que desentrañaba las claves de tal medida no por la reciente huelga de Metro, por ejemplo. Para nada. Detrás de todo eso había un deseo de emular a una figura política de los ochenta: «Esperanza Aguirre nunca ha ocultado su admiración por la ex ‘premier’ británica Margaret Thatcher». —El pulso de Aguirre a los sindicatos calienta el balance de la legislatura–. A partir de ahí, los prisaicos se ponían estupendos: «Si hay un capítulo en la biografía de Thatcher que encandila a la presidenta madrileña es cuando logró desmembrar el poder de los sindicatos británicos en los años ochenta».
EL ROMPEHUELGAS
Todo esto produce efectos, cuanto menos, pintorescos. Ahí estaba Enric Sopena en su singular digital, metiéndole caña a la presidenta —«¡Al obrero y al pichón, perdigón!»— que cobijó bajo su techo y calificando el asunto de «provocador gusto ‘thatcheriano» porque «a la presidenta de Madrid le hubiera gustado ser la presidenta del Gobierno de España para -entre otras medidas propias del neoliberalismo salvaje- declarar la guerra a UGT y CC OO».
De todas formas no se sorprendan, porque eso era, al margen de las dosis de ‘historia ficción’, la parte menos sorprendente y la más esperable. Luego venía un tremendo rapapolvo a los sindicatos… por desleales con el PSOE. «Cuando la plaza de Vista Alegre, el otro día, retumbó al grito de ‘¡Zapatero, dimisión!’ sin que ni Méndez ni Toxo desautorizasen con claridad a semejantes agitadores, Aguirre y sus amigos debieron de estallar de alegría». Esos sindicatos ‘vendidos’ enervaron al periodista catalán, que hasta tomaba la prosa florida de Toxo para contraatacar: «Pues si es una ‘putada’, lo mejor es no echar más leña al fuego y olvidarse de esa huelga general. Hay momentos en la historia que conviene cerrar filas frente al adversario común. ¿Saben ya estos sindicalistas que la huelga será celebrada por el PP y por muchos de los empresarios que esperan ansiosos el hundimiento del progresismo o del socialismo en España?». O sea, que a estar calladitos, como hasta hace cuatro días, porque los recortes los hace ZP, ¿no?
Y MÁS EJEMPLOS
Pero no se crean que el ilustre tertuliano era el único que iba por esa línea. En RNE el director de Público, Jesús Maraña, se marcaba un discurso en defensa de la penúltima ‘parida’ del presidente del Gobierno, la de que los parados en formación no son tal porque trabajan para España. En fin, la frase la conocen, porque se ha repetido hasta la saciedad. Pues bien, Maraña aseguraba que «la formación es básica si queremos, en un plazo lo más breve posible, dar ese giro a la economía». Y ya para remate, en la SER, Mikel Porta sí que se ponía ‘thatcheriano’: «Hay que abaratar el despido para crear trabajo y probablemente haya que reducir el salario».
TRAMA DE INTERESES
En la gresca del PSM, poco nuevo que contar. Quizá la súbita conversión de Carlos Carnicero, que en El Periódico —El arte de la mala comunicación— calificaba a Trinidad Jiménez de «buena candidata y está demostrando serlo». Se completaba el enamoramiento con que «además, su elegancia para eludir personalmente el juego sucio acredita su responsable y su espíritu de partido». ¿Eludir el juego sucio con la sombra de sospecha de la lluvia de sms sobre su cabeza? En fin… Ahora parece que ‘habanero’ Carnicero la tiene tomada con Tomás Gómez. Más que nada por las vidriosas acusaciones que le lanzaba por haber creado «un universo de tramas de intereses en instituciones en donde en poco tiempo Tomás Gómez ha tejido una red de incondicionales». Para sacarle los colores le ponía el ejemplo de la agrupación de Móstoles: «Ni siquiera se pone colorado por no haber sido capaz de solucionar un problema orgánico tan grave en dos largos años». Si por eso fuera, medio Gobierno tendría que volverse a su casa…
BROMA EN LA COPE
Para el último tramo les dejo la «broma» que tuvo lugar en la radio episcopal durante la tertulia de Ernesto Sáenz de Buruaga, tal y como daba cuenta Libertad Digital, —Un tertuliano, en la mañana de COPE: «Los sindicatos son muy parecidos a la Iglesia»— que señalaba cómo Manuel Conthe comparó a las centrales sindicales con la Iglesia católica para terminar afirmando lo siguiente: «Son instituciones que en teoría tienen fines muy nobles. Y luego tienen una influencia social mucho mayor de la que se merecen». Al menos Buruaga tuvo a bien darle una cierta reprimenda: «Además de que estamos en esta casa, no lo comulgo». Respuesta obligada.