García Montero adjudicaba a sindicatos y "gente de la cultura" el mérito de frenar el neoliberalismo
Si esta página viene hoy más ligera que de costumbre no se lo achaquen a este humilde servidor. Ayer tuvo lugar el incalificable esperpento -ahora verán que no es sólo cosa nuestra- y encontrar algo medianamente potable resultó una labor hercúlea.
En esta casa hubo incluso quienes tuvieron la posibilidad de disfrutar de las bondades de los piquetes (informativos los llaman, qué risa). Con los periódicos prácticamente secuestrados, no quedaba más remedio que rascar en otros lares. Por ejemplo, en la Cadena SER, que hay que ver los argumentos esquiroles y derrotistas que difundía a través de algunos de sus tertulianos. Estaba Vicente Jiménez, por ejemplo, hablando de «huelga pactada» y «bastante extraña».
Aseguraba el jerarca de El País que, si triunfaba, malo, porque pondría sobre el tapete el «desgaste del Gobierno y hasta de los propios sindicatos». ¿Y por qué? Porque «la alternativa a este Gobierno es infinitamente peor». Vaya. Y si fracasaba, peor, porque «daría argumentos para la derecha de este país, que lleva semanas intentando cuestionar el papel de los sindicatos en una sociedad democrática». No se engañen. Esto era lo más favorable a los sindicatos que podía escucharse en la radio de Prisa.
Porque luego llegaba Matías Vallés y soltaba que «hay muchos trabajadores que no participan de había tenido el privilegio de haber escindido a la izquierda «entre quienes piensan que es la tradicional y quienes siguen teniendo confianza en él». Y, para remate, Enrique Gil Calvo ponía la guinda al pastel: «Yo apostaría a que ésta sea la última huelga general, un canto de cisne de las huelgas generales en España, porque efectivamente las huelgas generales en pleno siglo XXI ya son un anacronismo». ¡Toma castaña!
¿NUEVO GÉNERO?
Nos quedamos unos cuantos con la duda, ayer, acerca de si El País -donde hablaban en su web de «respaldo moderado»- había inventado un nuevo género periodístico. Porque una información sobre la huelga general aparecida en la edición impresa, y firmada por la empresa -consecuencia probable de la huelga en prensa escrita del día anterior- permitía leer estas frases: «Nunca en la historia de la democracia se habían acumulado en tan poco tiempo tantas malas noticias para los intereses de los asalariados. Pero nunca en la historia de la democracia hubo una recesión tan profunda». Qué bueno es tener siempre una excusa a mano. ¿Y cuando cierto buen señor negaba la existencia de una crisis? Pues nada. El periódico de Prisa, a lo suyo: «Nunca hubo una huelga general tan publicitada […] Nunca hubo una huelga general tan atacada desde la derecha política y mediática». Ya estaba tardando en aparecer…
‘SANTOS LAICOS’
El concepto de ‘santo laico’ lo acuñaban en Público, el alegre y saltarín diario de la huelga, yupi, yupi, los dos gurús que se sacaban de la manga los del periódico de Jaume Roures: Luis García Montero y Joaquín Sabina. Ambos no necesitan presentación. Ya recordarán que les pusimos en antecedentes de cómo se las gastó Luis García Montero con un compañero de departamento que no le reía las gracias y que, para su desgracia, pertenecía a la izquierda ‘pata negra’, (La única huelga inútil es la que no se hace).
Aquel chusco y vergonzoso episodio, donde contó con la complicidad de El País y de su actual refugio, Público, es mejor pasarlo de refilón para que ninguno de nosotros nos manchemos demasiado. (Artistas que apoyaron a Zapatero llaman a participar en la huelga)
Pues este ‘mesié’ era el mismo que se lamentaba de cómo se denigra «a los sindicatos y a la gente de la cultura», según él porque son los que pueden «hacer daño a la política neoliberal». Otra de sus perlas quedaba muy bien para un libro de máximas revolucionarias, de aquéllos que tanto proliferan en los setenta: «Las huelgas que no sirven para nada son las que no se hacen».
Por su parte, Sabina, que anda pachucho, tenía para Zapatero reproches que recordaban a esos grandes odios que nacen tras los grandes amores, una vez enfriada la pasión. Le acusaba de ser «capaz de negar su programa electoral por una llamada de Europa y otra de Obama«. Y del chino, no se olviden del mandarín de Pekín. Por cierto, hace tan sólo unos meses el director del papel, Jesús Maraña, se desgañitaba negando que esas llamadas hubieran producido el giro de Zetapé. ¡Qué cosas! Pero tampoco se engañen. Al final, la culpa era de los siempre: «Lo que está haciendo Esperanza Aguirre es un peligro tremendo. Se quieren cargar a los liberados sindicales, demonizan a los piquetes…».
Ya ves tú… Y lo peor es que Sabina transmitía en sus palabras una sensación de estar muy escocido porque la peña le mete en lo de la ‘zeja’.
MARAÑA, TRASCENDENTE
Hablando del director del periódico de Jaume Roures, aparecía por allí con un parrafito —Lo que está en juego— clarificador: «Los ciudadanos deciden en las urnas quiénes deben ejercer el poder durante cada legislatura. Se equivoca Zapatero al ceder a otros poderes no sólo el qué, sino el cómo de una política económica. Y no se entera Rajoy si de verdad cree que el 29-S no va con él». Si ya lo sabíamos, que la culpa era del PP. Nos lo habéis estado repitiendo durante semanas y semanas, Maraña.
SOBRE NOSOTROS
Aclarando, que es gerundio El 29-S el diario El Mundo difundió que el director de La Gaceta, Carlos Dávila, y su redactora jefe de Investigación, Eugenia Viñes, se enfrentaban a la apertura de un juicio oral por una información publicada en el semanario Época en octubre de 2008 en la que se hacía mención a una «agria separación» de los Duques de Lugo. «Un millón de fianza por acusar de cocainómano a Jaime de Marichalar», rezaba el titular.
Efectivamente, esa es la cantidad de la fianza impuesta a los dos periodistas y a la editora de la revista. Pero existe un pequeño matiz: el semanario de Intereconomía nunca acusó a Jaime de Marichalar de ser un cocainómano -que, según el diccionario, es un «adicto a la cocaína»-, sino que hizo mención a una información recibida de fuentes de toda solvencia. La portada de Época rezaba así: «Alega consumo ocasional de cocaína». No había acusación alguna.
Que los abogados de la otra parte estudiaran presentar esa alegación en el proceso de separación es una cosa. Informar de ello es otra. Por aquellas fechas hubo quien se rasgó las vestiduras porque se hiciera mención, incluso, a un posible divorcio de ambas partes. Apenas un año más tarde, en noviembre de 2009, ambos lo firmaron. Por lo demás, ya sabemos que esto va a servir para que los que tanta ‘simpatía’ nos tienen carguen a machete. No importa. Ni ‘partíos’ ni ‘doblaos’, que diría cierta ex ministra.
Originalmente publicado en La Gaceta
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